Me parece una muy buena noticia que el Ayuntamiento de Cuernavaca empiece a separar los residuos en orgánico e inorgánico. La educación ambiental es sumamente importante. Uno de los más relevantes para una ciudad.
El manejo de los residuos urbanos es un tema de medio ambiente, salud pública y economía. Las externalidades que causa lo que comúnmente llamamos “basura” es uno de los productos más dañinos para el medio ambiente. Más allá de si huele feo, cuando no se dispone adecuadamente genera contaminación en la tierra y sobre todo en el agua que después la misma comunidad usa para sembrar su comida. Ahí es donde se vuelve un problema de salud pública. La calidad en los alimentos de nuestras comunidades hoy en día tiende a estar muy limitada por el origen sucio de nuestra comida. Por sucio no me refiero a que tenga tierra, si no a que la tierra en la que crece ese producto orgánico está contaminada por materia que no debería estar ahí, disminuyendo su valor nutrimental. El problema económico es tan profundo como las raíces de un árbol de manzanas. Empieza desde el mercado en donde los productos tienen un gasto ambiental para producirse, otro para empacarse y otro para trasladarse a su punto de venta. Puede sonar lógico en una economía de mercado del mundo globalizado que te vendan en Australia limón mexicano empacado en plástico y que se traslade en avión para que llegue fresco. Pero en la lógica ambiental del planeta, la producción de ese limón deja una huella enorme que no alimenta a la comunidad que lo produce, sino a la codicia de un sistema de consumo. ¿Qué calidad alimentaria tienen las áreas rurales alrededor de la ciudad de Cuernavaca? Yo he visto con mis propios ojos como los plantíos de papa en Huitzilac que se le venden a Sabritas están contaminados por los mismos empaques de aluminio en los que Sabritas le vende la papa procesada de regreso a la comunidad.
Por eso me alegra que el Ayuntamiento empiece a separar los residuos en orgánicos e inorgánicos. Es un pequeño paso al frente. El problema es que ese pequeño paso al frente no ayuda mucho en el maratón de atraso que llevamos. El problema es que nos dicen las buenas intenciones, pero no nos dicen lo más importante:
¿Por qué pasan dos días a la semana a recoger residuos orgánicos y uno a recoger inorgánicos?
La experiencia me dice que es mucho mayor la cantidad de residuo inorgánico en el hogar promedio.
¿Por qué tenemos la misma política de recolección para casa habitación que para comercios, particularmente restaurantes?
Las dinámicas de consumo y residuos son abismalmente diferentes.
¿Qué pasa con la separación más profunda de los inorgánicos, e inclusive de los orgánicos?
La recomendación del Ayuntamiento fue que los deshechos orgánicos del perro se echen al excusado.
¿Esa es la mejor manera de disponer popo de perro?
Echarlo al agua que a final de cuentas termina en nuestros plantíos o barrancas. No lo sé, Rick, no creo que la solución sea contaminar más el agua. Pero la pregunta más obvia que todos nos hacemos hoy mientras aplaudimos la titánica labor del Ayuntamiento por separar los residuos:
¿A dónde llegan esos residuos? Si antes del primero de abril no existían tiraderos que separaran la basura, ¿qué cambió en el Ayuntamiento para que el esfuerzo que hacemos en casa por separar no sea en vano cuando le entregamos la responsabilidad de nuestros residuos?
Ojalá solo sea una falta en la comunicación del Ayuntamiento y todas estas dudas hayan sido consideradas en el planteamiento del proyecto. Quiero equivocarme, pero tengo la leve sospecha que esta política del Ayuntamiento está tan bien planteada como la Feria de Cuernavaca o el puente del Paseo Ribereño.