Las democracias representativas son las formas de gobierno predominantes hoy día. En ellas, las decisiones son tomadas por representantes que deciden lo que los ciudadanos deben hacer como lo que no pueden hacer y los coaccionan para que acaten esas decisiones.
El significado que el autor da a la representación es el actuar con el mejor interés del público. En el reto de garantizar que los gobiernos funcionen precisamente con base en los intereses de la sociedad y no los propios o de sólo cierto grupo de interés, es que se realizan constantes reformas al Estado.
Así, el problema se vuelve más fácil de dilucidar si en el diseño institucional definimos qué instituciones precisamente permiten al gobierno gobernar y cuáles consiguen que la sociedad controle esos gobiernos.
Y en el largo recorrido por lograr este objetivo, el de la construcción de normas que garanticen la verdadera representatividad, hemos transitado lo mismo por el despotismo, monarquía e incluso democracia, hasta arribar al que denominamos “gobierno representativo”.
La estructura de este tipo de gobiernos está caracterizada por los mandatarios, los que gobiernan, que son designados a través de elecciones; ciudadanos libres para discutir, criticar y demandar en cualquier circunstancia, pero que no están capacitados para ordenar qué hacer al gobierno; a su vez, el gobierno se encuentra dividido en órganos separados que pueden controlarse recíprocamente, y está limitado en cuanto a lo que puede hacer por una Constitución, al tiempo que los gobernantes están sometidos a elecciones periódicas.
Se optó por esta forma de gobierno preponderantemente porque al menos teóricamente es la que mejor garantiza que los representantes estén en condiciones de gobernar y los ciudadanos en la de vigilar que lo hicieran bien y pusieran a salvo los intereses de la sociedad.
Mediante la evolución política en las formas de gobierno y de democracia llegamos a los gobiernos aristocráticos y oligárquicos, en los que los pocos gobiernan sobre la mayoría, pero la sociedad tiene a su favor aparentemente que sus representantes y gobernantes son electos por ellos en forma periódica, lo que es distintivo de toda democracia.
El conflicto en la democracia representativa mexicana tiene por el lado de la administración del presidente de la República un expediente judicial en que ha convertido a su gestión, por su desprecio por la ley y escasa capacidad de gobernar y, por lo que hace a la oposición, a diferencia del control personal del presidente sobre su idea de la sucesión presidencial, crece la idea que (por fortuna) la oposición no está en los partidos y, tendrá que surgir su candidato presidencial de algún segmento social organizado para darle oportunidad de representatividad y de victoria a la sociedad mexicana en las elecciones presidenciales del año próximo.
Facebook: Daniel Adame Osorio
Instagram: @danieladameosorio
Twitter: @Danieldao1