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Irma Serrano, un símbolo del desacato – El Sol de Cuernavaca

Irma Serrano fue casi todo. Símbolo de liberación femenina, actriz de cine y cabaret, productora teatral, empresaria del entretenimiento, musa de Diego Rivera, coleccionista de antigüedades, prima de Rosario Castellanos, cantante ranchera, socia de Alejandro Jodorowsky, senadora del PRI, que luego se declaró independiente y también simpatizó con el PRD; amante de Gustavo Díaz Ordaz y de Fernando Casas Alemán, señora rica y solitaria, renegada de la maternidad.

“Más allá del hecho de que fue un personaje tremendamente mediático, en el momento de su esplendor, tuvo una clara picaresca social y política”, observa Gerardo Ballesteros, crítico cinematográfico de El Sol de México.

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“Tuvo algunos títulos interesantes no exentos de esa idea de una especie de libertad y transgresión”, agrega el experto, acerca de la actriz fallecida este miércoles en Chiapas a los 89 años.

“Tiburoneros es uno de sus títulos emblemáticos, de Luis Alcoriza con guion también de él; por supuesto, El monasterio de los buitres, con guion de Vicente Leñero; Naná, que tenía cierta aura de escándalo ya en una época en que La Tigresa había forjado su mito, basado en la irreverencia, no siempre voluntaria y Los amantes del señor de la noche con guion del dramaturgo Hugo Argüelles y la actriz Isela Vega”, apunta Gil Ballesteros.

La liberación cínica

La Tigresa fue el rostro de un tiempo de claroscuros, en el que las mujeres eran relegadas a mero objeto sexual, pero también en el que —producto de una lucha de muchos siglos— encontraron la oportunidad para plantar cara a un machismo recalcitrante. Irma Serrano lo hizo así durante muchos años. Y de una forma, casi siempre, cínica. El título de su autobiografía como botón de muestra: A calzón amarrado (1978).

En esas páginas —de las que presumió haber escrito con orgullosa sinceridad— se cuentan algunos capítulos que no aparecerán jamás en los libros de historia o hasta en las investigaciones periodísticas. Allí, esta chiapaneca no tiene el menor empacho en llamar “don nadie” al expresidente Gustavo Díaz Ordaz, quien, admite, era un hombre feo, muy feo, sobre todo si se toma en cuenta que Serrano era, en la década de 1960, el sueño erótico de tantos caballeros.

“Aquel personaje era un don nadie pero llegó a ser el gusano mayor para regir los destinos del país durante seis años”, describe Irma Serrano en el libro. Y luego remata: “Descubrí que era más atractivo de lo que me imaginaba, no de su físico del cual han hecho tantas bromas, sino por su intelecto. Tiene una personalidad un tanto especial: es simpático, duro a veces, determinante y necio igual que yo”.

Con Díaz Ordaz tuvo un romance no tan efímero. Ella relata en sus memorias que el priista le compró una residencia de lujo en Jardines del Pedregal, una de las zonas más exclusivas de la Ciudad de México.

Allí, dice, el político le era infiel a su esposa justo después de la masacre de Tlatelolco. Un drama que, según la actriz y cantante, terminó con el espionaje del gobierno a su trabajo.

Era la década de 1970. La Guerra Sucia. La Dirección Federal de Seguridad (DFS) —a cargo del paranoico Miguel Nazar Haro y su séquito paramilitar— espiaba prácticamente todo lo que oliera a disidencia, a comunismo, a liberación sexual, a rocanrol, a rebelión. Las obras atrevidas de Irma Serrano, y sus fiestas de bacanal, no eran la excepción.

“La verdad es que no deja de ser parte de una época, de un país muy cerrado que tenía una especie de salida con las andanzas de Serrano. Sus libros fueron tema de café para un país que necesitaba huir de una formalidad. Al final mucho de lo que hizo hoy resulta común, pero en su época ella era una excepción. La Tigresa era una picaresca que necesitaba un país muy cerrado”, comenta Ballesteros.

El ambiente intelectual

Amante de la poesía y del teatro, pero también de la controversia y los escándalos mediáticos, La Tigresa maquiló una vida de libertades —para muchos libertinajes— y de contradicciones.

A los 15 posó desnuda para Diego Rivera, pero prefirió no quedarse con el papel de musa. Estudió poesía, literatura, baile y canto. Era hija de una familia adinerada de Comitán, Chiapas. Se acercó a su prima Rosario Castellanos para adentrarse a los círculos intelectuales y artísticos de la capital mexicana. Lo logró.

Fue en 1962 cuando se dio cuenta que su talento más escalable era el canto ranchero. Ese año firmó con Columbia Records. Serrano incluso alguna vez se jactó de haber ido a Los Pinos para llevarle serenata con mariachi a Díaz Ordaz.

Una loca en la polaca

Si bien aprovechó la maquinaria priista para colarse al Senado, tiempo después mostró simpatía por el PRD de Cuauhtémoc Cárdenas, a quien siempre apoyó. A Salinas de Gortari no lo bajaba de “hijo de la chingada”.

Ella misma contó su paso por la política en el libro publicado en 1992 Una loca en la polaca, que se presentó como “la continuación del testimonio de la mujer que ha recorrido México por todos sus ámbitos sociales y por todas las esferas del poder”.

El libro es un recuento de su campaña como candidata al Senado por el PRI en Chiapas y revela, se lee en la contraportada, “su aventura quijotesca, los abusos contra los indígenas y la devastación de la tierra que vio desarrollar, en sus entrañas, la cultura maya”.

Las notas prometen al lector “volver a poner al desnudo a los políticos actuales y evidenciar el oropel que impera en el mundo artístico”.

Misión cumplida

En su libro Amor perdido, Carlos Monsiváis escribe acerca de La Tigresa: “Irma Serrano es lo que se dice de ella, lo que uno imagina que se dice de ella, lo que ella supone que uno dice cuando comenta su existencia, el júbilo de su público (“¡mamacita!”), la sonrisa desdeñosa del Buen Gusto ansioso de no contaminarse”.

Alejada de la vida pública desde hace varios años, Irma Serrano tuvo entre sus últimas apariciones en televisión actuaciones especiales en los programas cómicos Hospital El Paisa, con Galilea Montijo y Héctor Sandarti y La hora pico con Lorena de la Garza y Consuelo Duval.

Sus colegas Verónica Castro y Lucía Méndez, usaron sus redes sociales para recordar a La Tigresa.

“Irma, comadrita linda, tantos momentos únicos que vivimos, gracias por tu cariño y tu atención. QEPD. Siempre en nuestro corazón”, escribió Verónica Castro, mientras Lucía Méndez expresó “mis más sentidas condolencias. En este momento tan difícil, nuestras oraciones están contigo y tu familia para que el señor llene de consuelo y fortaleza sus corazones”.

Banda El Recodo en su página de Facebook publicó un pésame. “Descanse en Paz, Irma Serrano. Lamentamos la muerte de la Señora Irma Serrano con quien en 1992 grabamos su álbum Yo también soy Banda. Un abrazo solidario a sus familiares”.

Junto a un breve video de la actriz y Santo, el enmascarado de plata, El Hijo del Santo publicó en Twitter: “Lamento el fallecimiento de la actriz y cantante Irma Serrano La Tigresa quien participó en el cine con mi padre”.

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En la cuenta oficial de Instagram de Irma Serrano, un mensaje junto a una fotografía de la artista, horas después del anuncio de su fallecimiento señala: “En la vida hay que trascender y ser feliz, sí se puede tener miedo pero jamás te debe paralizar, la vida es un viaje maravilloso y la única receta es siempre buscar ser tú, ser auténtica y ser libre. Vive con amor para los que te aman. Gracias Vida. Misión cumplida”.

Irma Serrano fue velada en la funeraria Recinto San José, en la capital chiapaneca, y la familia prevé rendirle un homenaje en el teatro Fru Fru, cuya fecha se dará a conocer próximamente. Con información de Thiaré García/ El Heraldo de Chiapas.

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