En marzo del 2022, apenas el 18.5% de los habitantes de Cuernavaca se sentía seguro en la ciudad; para marzo del 2023, el porcentaje ha aumentado al 25.9%, lo que podría considerarse un pequeño logro de la administración de José Luis Urióstegui. Pequeño porque aunque la proporción de gente que se siente insegura se reduce de manera aparentemente relevante en el primer trimestre del año, los que consideran estar a salvo de los delitos siguen siendo una pequeña minoría, apenas uno de cada cuatro mayores de 18 años.
Hay datos que permiten ser un poco optimistas: si bien los delitos de homicidio, extorsión, lesiones y violación en la ciudad muestran un incremento significativo en el primer bimestre del 23 en comparación con el mismo periodo del 22; otros como el secuestro, narcomenudeo, robo a negocio y feminicidio se han reducido notoriamente respecto al año anterior. Y en robo de vehículos, robo a casa, lesiones, violación, violencia familiar y feminicidio también es evidente una reducción entre enero y febrero de este año.
Probablemente esos datos sostienen la naciente satisfacción que hace al alcalde, José Luir Urióstegui, mantener una estrategia policial diferente a la de Mando Coordinado que ha evidenciado su fracaso en los cuatro y medio años que lleva operando. Aunque la reducción no sirve mucho para festejar, puesto que la percepción ciudadana sobre la inseguridad es una variable que podría considerarse bastante volátil; de hecho, entre septiembre y diciembre del 2022, la proporción de adultos que se sentía en riesgo de ser víctima de delitos en Cuernavaca fue de 77 a 82.4%.
Pero la contención y paulatina reducción de los índices delictivos parece respaldada por los datos que reportan tanto el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública como Semáforo Delictivo. Preocupan el homicidio, que parece incrementar en los primeros meses de 2023 respecto de período similares desde 2019, aunque se mantiene en el rango de los últimos cuatro meses del 2022; la extorsión que parece resurgir después de haberse contenido en 2021 y 2022; el robo de vehículo que ha crecido respecto de 2022, aunque se redujo respecto de los últimos cinco meses de ese año; y el robo a casa, lesiones y violación que muestran una alza ligera.
Entre los retos evidentes para la policía de Cuernavaca está, por supuesto, recuperar la confianza de la ciudadanía, en marzo del 2022, el 31.4% de los habitantes de la ciudad confiaba en la policía municipal, para marzo del 2023 la proporción aumentó a 33.1% pero sigue siendo la policía con más baja confianza entre las 75 que contempla la encuesta del INEGI. Otro es lograr que la percepción ciudadana respecto a los otros problemas de la ciudad, básicamente vialidades, suministro de agua potable, alumbrado público, no contaminen la percepción de inseguridad, mostrando una mayor eficiencia en el trabajo policíaco.
La tarea de la policía en Cuernavaca tendría que verse reforzada, por cierto con una estrategia mucho más enfocada de prevención del delito y de las conductas que lo generan, lo que incluye mayor vigilancia para los negocios, una más estricta supervisión de giros rojos, reforzar la participación ciudadana en la prevención de los delitos y conductas antisociales desde casa, mejorar la formación ciudadana, entre otras que la administración de Urióstegui realiza pero de forma extraordinariamente modesta.
Claro que los incipientes resultados en materia de seguridad pública en Cuernavaca difícilmente permiten evaluar si la estrategia del alcalde Urióstegui y la secretaria Alicia Vázquez Luna resulta mejor que el Mando Coordinado. Los números de otros municipios también han mejorado: en Jiutepec, por ejemplo, la coordinación entre el ayuntamiento y la sociedad civil han generado resultados interesantes en el abatimiento de la violencia, aunque los robos a negocios han aumentado. En Cuautla, las estrategias de vigilancia vecinal han logrado abatir los robos en casi todas sus modalidades, aunque homicidios, lesiones, violaciones y violencia intrafamiliar mantengan niveles altos.
A lo mejor convendría una mesa de intercambio de experiencias municipales para sumar todo lo que ha funcionado bien en los municipios, más allá del Mando Coordinado.
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