Claro que cuando se habla de Paraguay, usualmente no se le toma tan en serio. Y no es que se trate de algún hecho de discriminación o de xenofobia, sino que es un Estado tan pequeño, con tan poca población y sin salida al mar que no tiene la representación que debería tener debido a que el mundo actual necesita tres cosas fundamentales que en Paraguay no abundan: gran extensión territorial, un gran mercado de posibles consumidores y conexión marítima con el mundo para bajar los costos de la cadena de suministro.
Como recién lo señalaba, algunas de las principales directrices que marcan el rumbo de Paraguay en la región tienen que ver con su población y la ubicación geográfica, de hecho, Paraguay apenas alcanza 7 millones de habitantes, lo que significa un mercado muy poco atractivo para los grandes inversionistas internacionales, es decir, tan solo el área metropolitana de la ciudad de Monterrey en México tiene poco más de 5 millones de habitantes, pero si comparamos otra ciudad de vital importancia en la América Latina, podríamos decir que Sao Paulo, en Brasil tiene el doble de habitantes que toda la nación guaraní.
El punto es que, aunque el tamaño de la población es un problema, este se complica más debido a su ubicación porque, aunque Paraguay se encuentra rodeada de Bolivia, Brasil y Argentina, tampoco es que colinde con las zonas comerciales más importantes de sus vecinos, sobre todo de los más grandes, pues Asunción, su capital, se encuentra a 1,300 kilómetros de Buenos Aires, a 2,000 de La Paz y a 1,400 de Sao Paulo; ni mencionar las distancias a Río de Janeiro o la propia Brasilia que harían que el traslado terrestre de mercancías fuese imposible de pagar.
El comercio, por ende, se encuentra sumamente limitado a dos ciudades en la nación sudamericana: Asunción, como capital política, y Ciudad del Este, quien se encuentra en la frontera con Brasil y Argentina, aunque muy lejos de los mejores centros financieros y comerciales que dictan la economía de aquellas naciones.
Es más, Paraguay apenas representa un pedazo incipiente de la economía sudamericana pues, junto con Ecuador, es considerada una de las naciones más pobres de todo el continente. Es más, su PIB per cápita apenas llegaba, en el 2022, a los $5,626 dólares estadounidenses, es decir, un salario promedio de unos 8,900 pesos mexicanos al mes, números apenas parecidos a los mexicanos, pero tomando en cuenta que acá dividimos nuestro PIB entre 130 millones y no entre 7, es decir, su PIB per cápita podría considerarse 20 veces menor que el nuestro.
Entonces, a pesar de las dificultades económicas y comerciales paraguayas, esta nación ha logrado concretar etapas de integración regional, como con el Mercosur donde se mantiene desde la firma del Tratado de Asunción, hace ya 32 años. Este hecho ha provocado que Paraguay no sea olvidado en su economía y que las diferencias sociales, políticas y económicas no hayan logrado que quedara rezagado en la lucha constante con los retos que el mundo exige. Paraguay ha logrado ir creciendo poco a poco, pero no se ha librado de ser el último en el escalafón del Mercosur, donde más que una desventaja, es un aliciente que no permite quedar rezagado por completo.
Pero, ustedes preguntarán el por qué de hablar de una nación que tiene tan poco para ofrecer en un mundo que demanda cada vez más. Pues la respuesta está en que Paraguay exporta el 75% de la energía que produce, capaz de abastecer a unos 30 millones de personas, todas ellas repartidas en las zonas norte de Argentina y Sur de Brasil, todas lejos de sus capitales y principales ciudades.
Otro dato curioso sobre la importancia de Paraguay tiene que ver con sus pocos recursos naturales, pues, si no tuviera un 70% de fronteras con Brasil, Bolivia y Argentina a través de los ríos Paraguay, Paraná y Pilcomayo, nadie voltearía ver sus casi nulos recursos naturales.
El punto acá es que resulta trascendental hablar de Paraguay, sobre todo desde el cono sur, debido a que este domingo pasado se han llevado a cabo elecciones que tuvieron como vencedor al oficialista Santiago Peña, quien en esta oportunidad llevará otro periodo más de gobierno al Partido Colorado a partir de agosto, para sumar más de 70 años de continuidad en el gobierno.
Y es que se esperaba la posibilidad de que la izquierda rompiera con la hegemonía en aquella nación luego de que Paraguay es el único país que no ha mostrado transición política de gobierno en el cono sur de América. Paraguay no ha tenido gobiernos liberales ni progresistas y así se mantendrá por otro periodo más. Pero, ¿por qué? Pues porque lo poco que han hecho les ha alcanzado para mantenerse como miembros del Mercosur, salvo ese periodo penoso donde fueron suspendidos, pero con la garantía de que no es necesario un cambio radical en su gobierno porque, aunque fuera progresista y de izquierda, la realidad es que dependerían igual de lo que les dictaran Argentina y Brasil, sobretodo este último.
Paraguay necesita un gobierno que invite a sus habitantes a mejorar su participación política para que detone mejoras en sus políticas públicas internas y ya luego vayan hacia las macroeconómicas. La población necesita participar más de lo que hicieron antier pues apenas votaron 6 de cada 10 habitantes con posibilidad de hacerlo. Del total de los participantes en el listado nominal, poco más de la mitad se encuentran afiliados al Partido Colorado y del resto, solo el 25% votó por un cambio.
Y si pensara que en Paraguay no existe la mezquindad política y la falta de seriedad en las decisiones trascendentales de la vida democrática, el ex jugador profesional de fútbol, José Luis Chilavert (ícono nacional deportivo), contendió por la presidencia de la República y alcanzó la deshonrosa cifra de 0.8% de los votos totales, un desperdicio.
Finalmente, Santiago Peña gobernará por 5 años más a través del Partido Colorado, ese partido que permitió que el peor gobierno de la historia paraguaya se instaurara por 35 años; sí, el dictador Alfredo Stroessner instauró el terror basado en las instituciones –anti-democráticas del Partido Colorado, ese que volvió a ganar antier, el mismo que lo hará por 5 años más, el que, como inferencia personal, conviene a los intereses de los que le rodean a pesar de ser “de izquierda”. Veremos…
Fernando Abrego Camarillo es Doctor en Ciencias Administrativas por el IPN. Profesor de telesecundaria en los SEIEM además de investigador y catedrático de tiempo completo en la academia de Bloques Regionales de la Escuela Superior de Comercio y Administración Unidad Santo Tomás en el IPN. Sígalo en @fabrecam