Corría el año de 2016 cuando una joven investigadora mexicana regresaba a nuestro país con la intención de instalar su laboratorio. En esos tiempos coincidió en un congreso con un afamado investigador quien, de la nada y con solo tres días de conocerla, le declaró su amor. Ella lo rechazó gentilmente con una mezcla de sorpresa, indignación y miedo.
En las siguientes semanas recibió numerosos correos y obsequios del acosador, a quien trató de mantener a distancia sin mayor éxito porque las comunicaciones se repetían. Un año más tarde se volvieron a encontrar en otro congreso científico donde ya no hubo interacción.
Aliviada por lo que parecía haber sido solamente una mala experiencia, la joven investigadora comenzó a armar un grupo de trabajo para acometer un ambicioso proyecto, de esos que cambian la historia.
En la búsqueda de colaboradores una persona le sugiere que incluya al acosador, ella se niega y ésta le condiciona su apoyo. Cuando finalmente enfrenta al acosador y le informa que definitivamente no lo va a incluir en el proyecto, él reacciona haciendo públicos algunos correos electrónicos con la intención de causarle desprestigio.
En 2020 María, que así se llama nuestra colega, decidió romper el silencio y en un detallado mensaje de twitter describe la forma, circunstancias y consecuencias que tuvo no haber aceptado las insinuaciones. Esta acción inyectó valor a otras investigadoras que también habían sufrido acoso de la misma persona, lo que proyectó la denuncia a medios internacionales.
La respuesta del acosador fue fulminante provocando una cascada de solidaridad con María, incluyendo en lo económico, ya que la demanda por difamación, oyó usted bien, por difamación que el acosador interpuso en contra de ella superaba los 20 millones de pesos y la joven investigadora no contaba con recursos para responderla. Increíble.
Dejando de lado lo legal que seguirá su curso, María logró superar, gracias al arropamiento que le dieron muchas personas, el riesgo profesional que significa para una mujer joven enfrentarse contra un hombre poderoso con tal éxito, que hace unos días se publicaron los resultados de su investigación (esa a la que el acosador no fue convocado) en una de las mejores revistas del mundo.
En este trabajo y gracias a los métodos más sofisticados que se conocen actualmente, María lograr reescribir una parte de la historia de nuestro continente que pensábamos conocíamos bien. En particular, un momento hace mil años, cuando en medio de una intensa sequía que duró 200 años la franja que divide los desiertos del norte con la fértil mesoamérica se desplazó hacia el sur, hasta la mitad de lo que actualmente es el territorio de México.
Como consecuencia de este fenómeno climático, plantas y animales que antes abundaban en lo que ahora es la frontera entre México y Estados Unidos escasearon y durante muchos años se pensó que las poblaciones del norte habían migrado hacia el sur remplazando a las que existían en el centro de nuestro país.
Ahora sabemos, gracias al trabajo de la Dra. María Ávila Arcos que no hubo tal sustitución, que al llegar a Querétaro algunos de los antiguos habitantes de la zona desértica que migraron hacia el sur se mezclaron con la población local pero que la gran mayoría permaneció en sus zonas de origen, dando lugar a las los grupos étnicos actuales.
Aún más, la diversidad genética de los habitantes del México de hace mil años es la misma de las poblaciones indígenas actuales, demostrando de paso que la conquista de nuestro país no afectó de manera importante la composición de nuestra población y que nuestra riqueza ancestral sigue allí, intacta.
Mientras la joven investigadora se consolida como una gran científica de talla mundial, al acosador se le fue de las manos la posibilidad de dirigir uno de los centros de investigación más importante del país.
Todo cambia, ya era tiempo.
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