Con qué estruendo resonaron los versos latinos de los antiguos clérigos de los siglos XII y XIII, que el compositor alemán Carl Orff hizo tan populares con su clásica cantata, frente al público que abarrotó las butacas del Auditorio Nacional para presenciar el regreso del espectáculo Carmina Burana producción monumental.
Extasiados, todos miraron la interpretación de los 250 artistas que, a través de la danza, el coro y la música de concierto dieron una vez más eco a ese lapidario mensaje que desde la ultratumba medieval nos recuerda que la suerte es monstruosa, la embriaguez el placer más democrático y la salud un concepto difuso para todos. Cosas que tenemos más que presentes ahora que la muerte acechó cada rincón del planeta.
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Dando una muestra de gran coordinación, expresión corporal, conciencia del espacio y dominio de diversas técnicas dancísticas, la coreografía estuvo a cargo de la compañía Danza Contemporánea de Cuba. Mientras que la música, bajo la dirección de Jesús Medina ―quien, por causas de fuerza mayor sustituyó al maestro Carlos Miguel Prieto― fue excelentemente ejecutada por la Orquesta Camerata de las Américas.
La imponente armonía con que los coros del NeHarmonía Vocalis y la Schola Cantorum de México se conjugó con las privilegiadas voces de la soprano María Aleida, el tenor Víctor Hernández y el barítono Enrique Ángeles, enfrente de ese gran juego de luces y visuales que fueron proyectados sobre el telón de fondo del escenario.
Hay que mencionar el gran acierto con que se enriqueció este espectáculo, que originalmente se estrenó en 2008, al integrar los números del primer bailarín español Sergio Bernal Alonso y la cantante italiana Filippa Giordano.
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Sergio Bernal fue desbordante al compartir con el público la pieza Zapateado de Sarasate, del compositor Pablo Sarasate, una gran muestra de flamenco y danza española, además de una extraordinaria coreografía de la conocida pieza de ballet La muerte del cisne, de Michel Fokie; mientras que Filippa Giordano cautivó, con gran sensualidad a los espectadores al ejecutar su particular interpretación de la Habanera de la ópera Carmen de Georges Bizet.
Al terminar el público entero se puso de pie y aplaudió por casi cinco minutos, como muestra de agradecimiento, en la primera de dos noches que el espectáculo se presentó en el recinto.