Desde niños quienes nacimos y crecimos en Cuernavaca hemos visto cómo nuestra ciudad se desarrolla a través del turismo y la recreación. Somos el lugar por excelencia para quienes en la zona metropolitana del país desean pasar un fin de semana agradable en cl esparcimiento; digo somos porque es mi aspiración que nuestra ciudad resurja de entre las alertas de viaje extranjeras, el clima de violencia y el abandono institucional en el que sigue sumergida desde hace años y hasta ahora.
Desde que tengo uso de memoria, durante los periodos vacacionales, locales y extranjeros abarrotaban los hoteles, restaurantes y centros turísticos de la ciudad, hoy, desde las escuelas de español que dicho sea de paso eran fuente importante de atracción de extranjeros, hasta los hoteles y centros nocturnos han sufrido el impacto de una realidad que nos alcanzó. Morelos en los primeros lugares de violencia a nivel nacional y la ingobernabilidad de la entidad permearon a escalas inimaginables.
La Cámara Nacional de Comercio de Servicios Turísticos ha insistido de manera reiterada en la urgencia de que una ciudad como Cuernavaca refuerce el trabajo en mejorar su imagen, más allá de la promoción turística, en esfuerzos por elevar la percepción positiva de seguridad en espacios públicos y de esparcimiento y por brindar a visitantes un ambiente confiable, pero también en elevar la inversión, que no sólo desde el estado sino desde el gobierno de la ciudad genere afluencia y derrama económica, necesarias para reactivar la actividad turística de la capital.
Pero nos guste o no, hay una realidad ineludible: la Ciudad está descuidada, maltratada y subvalorada por quienes toman las decisiones. No es culpa del gobierno actual, pero si es su responsabilidad sacar a flote el barco y hasta ahora, los esfuerzos se ven insuficientes para ir cambiando l realidad y hacer que Cuernavaca renazca, como prometieron en campaña.
Los esfuerzos no sólo son escasos sino desatinados, la inversión se ve mermada por la capacidad de generar dinámicas fuera del erario de un gabinete que se ha visto rebasado. Es decir, se entiende que los recursos en las arcas municipales sean insuficientes, pero la gestión que podría hacerse ante otras instancias nacionales o internacionales es nula o escasa y eso no puede sino atribuírsele a la inexperiencia y falta de operatividad de quienes administran la ciudad.
No quiero decir con esto que tengamos que atribuir necesariamente “todo los males de la ciudad” al gobierno en turno porque bien sabemos que el descuido no se generó en dos días, pero si es importante reconocer que poco ha sido el avance que desde enero del 222 hemos visto y que exigirle al gobierno de la ciudad mayores resultados como ciudadanía también incentiva la competitividad con la que queremos que nuestra Cuernavaca repunte, como aquella que conocimos cuando niñas y niños.
Si bien, se estima que la derrama económica por esta Semana Santa repunte por lo menos un 40% respecto de la del año pasado en el mismo periodo, la realidad es que siguen siendo cifras muy por debajo de lo que una ciudad como la nuestra podría recaudar. El reto de gobernar una ciudad debe ir más allá de ganar la elección y debe estar cimentado en un proyecto planeado y estructurado para dar los mejores resultados para quienes aquí habitamos. El reto pues, de esta administración, es demostrar que pese a la crisis se puede hacer mucho con voluntad.
Pd: En los países con mayor desarrollo importan más las ciudades que el país en su conjunto, y es así porque el desarrollo se genera desde lo local. Por eso es fundamental te plantearnos a quién y en qué condiciones le dejamos la responsabilidad de administrar nuestras ciudades. Por ahora lo que importa es que todas y todos tengamos oportunidades y condiciones. De eso va gobernar.