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Mujeres Construyen la paz, abaten la violencia 8 de marzo – El Sol de Cuernavaca

Mucho se habla de la violencia que se vive en Morelos, en el país o el mundo, pero poco de la paz. Sin embargo, con una visión de querer cambiar su entorno cercano a uno más pacífico, las mujeres ponen su empeño para lograr esta determinación, convirtiéndose en auténticas constructoras de paz yendo en contra de la violencia que se vive a diario.

Morelos tiene un semillero importante de personas que a diario buscan contrarrestar esta situación, tal es el caso de Laura Coria Juárez, directora académica del Colegio Don Bosco, el cual tiene una sección de estudios superiores denominada Instituto para la Paz: “Nosotros creemos que cuando una comunidad está dignamente atendida tiene mejores posibilidades de formar ciudadanos, de crecer en comunidad de forma pacífica y armoniosa”, reflexionó Coria Juárez.

Por otro lado, este centro educativo cuenta con una licenciatura especializada en mediación y construcción de paz, cuyo punto fundamental es el diálogo como herramienta para crear formas distintas de convivencia.

“La relevancia de estudiar entornos de paz es evidentemente una provocación y una respuesta de un grupo de personas que están convencidas de que los estudios de paz mejoran en mucho la calidad de vida de las personas”.

Cuestionada sobre cómo es su visión de la violencia que azota a Morelos, sostuvo que es imposible erradicarla pero desde su trinchera aporta para reconocerla, dialogarla, canalizarla y buscar soluciones alternas.

Pero ser educadora y tratar de llevar el mensaje de mediación, diálogo y paz no es tarea fácil, explica Isela López Soto, encargada del departamento de becas de la Fundación Don Bosco y licenciada en mediación y construcción de paz.

Contó que le toca escuchar las historias de madres y padres de familia que buscan que sus hijos ingresen y aprendan mediante la paz como base primordial.

“Conoces a fondo las realidades que a veces uno ve y cree que pasa algo, pero en realidad atrás de todo eso hay una historia que de repente en mi posición de este lado digo ‘chin’, quisiera poder apoyarles más”.

Señaló que lo más difícil de cambiar algunas conductas es transformar esas violencias que se van arraigando y normalizando en las personas. Explicó que desde que las y los alumnos ingresan a la escuela son educados con materias en las que identifican la violencia y sus diferentes formas, de tal manera que busquen soluciones con diálogo en lugar de agravar más la violencia.

“Culturalmente nos han enseñado que el conflicto es malo, evítalo, lo mejor es no tenerlo, pero nosotros les enseñamos aquí que debemos aprender a enfrentar el conflicto”, agregó.

Para esto es necesario enseñarles herramientas como el diálogo, las cuales se vuelven fundamentales para solucionar problemas sin llegar a más violencia.

Mencionó que en estos años de experiencia ha notado mucha resistencia en la sociedad, pues le cuesta trabajo resolver los problemas con la mediación, la mayoría de veces por desconocimiento.

Por otra parte, hay mujeres que han vivido en carne propia la violencia y que fueron víctimas de las autoridades encargadas de prevenir, procurar e impartir justicia, por lo cual buscaron otros caminos para sanar esas heridas.

Tal es el caso de Marisol Hernández del Águila, mujer trabajadora y emprendedora detenida en el año 2007.

Marisol fue acusada por su expareja sentimental de varios delitos, entre estos: extorsión y violación. Dijo que vivió en carne propia y en diferentes ocasiones violencia física por parte de quien fuera su pareja, y al defenderse fue acusada y enviada siete años al Centro de Reinserción Social (Cereso) de Atlacholoaya.

En ese tiempo, encerrada dentro de cuatro paredes, aprendió a salir adelante mediante la escritura y hoy transmite su conocimiento a jóvenes que han incurrido en consumo de drogas para rescatarlos de este entorno.

“Viví siete años (en la cárcel) y no puedo decir ‘maldita cárcel’ porque aprendí mucho de mis compañeras, de la vida ahí adentro y cómo salir adelante dentro de un mundo muy hostil y aún así prepararme para estar afuera”, narró.

Dentro del Cereso y de la mano con el colectivo Editorial Hermanas en la sombra aprendió de la escritura para poder expresarse y soltar todo aquello que vivió; hoy en día se ha convertido en una constructora de paz que ayuda a jóvenes a salir del mundo de las adicciones.

“Nosotras escribimos nuestras historias para eso, para que otras personas digan: ‘Yo no me baso en esta historia de esta mujer, para que no me pase lo mismo, entonces voy a tomar acuerdos’’.Y construir una sociedad en la que como seres humanos también busquemos acuerdos”.


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