Evadiendo las bombas rusas, unas 70 obras de arte fueron sacadas de Ucrania para ser expuestas en el museo madrileño Thyssen-Bornemisza y así mantenerlas en resguardo, lejos de una guerra que ha dejado enormes daños en el patrimonio cultural de ese país.
Las obras, muchas de las cuales han sido pocas veces vistas fuera de Ucrania, conforman la exposición “En el ojo del huracán. Vanguardia en Ucrania, 1900-1930”, que albergará hasta abril el Thyssen, y que de junio a septiembre de 2023 se irán al Museo Ludwig, de la ciudad alemana de Colonia.
Esta muestra dará una “visión de lo que Rusia está tratando de destruir con la guerra” y evidenciará “lo mucho que Ucrania está unida a Europa”, afirmó el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, en un mensaje mostrado durante la presentación de la exhibición en el museo madrileño.
Una delicada operación
Luego de semanas de preparación de la delicada operación, los cuadros, que son una selección que va desde el arte figurativo al realismo socialista, pasando por el cubismo y al constructivismo de artistas como Oleksandr Bohomazov, Vasyl Yermilov o Anatol Petrytskyi, fueron sacados de Kiev a mediados de noviembre, bajo los intensos bombardeos rusos.
De hecho, Kiev fue objeto de un bombardeo ruso el mismo día en que fueron cargados los camiones con las pinturas, que son principalmente provenientes del Museo de Arte Nacional de Ucrania.
Por suerte, para cuando las bombas cayeron “los camiones habían salido hacía dos horas” y se encontraban “a 200 kilómetro de Kiev”, relató Francesca Thyssen-Bornemisza, figura clave en la organización de la exposición en el museo de Madrid que hospeda la colección que reunió su padre, Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza.
En su ruta hacia la frontera con Polonia, el convoy evitaba pasar cerca de cualquier infraestructura susceptible de ser atacada, según dijo Francesca Thyssen-Bornemisza.
“Estábamos en constante contacto con los conductores, nos actualizaban cada diez minutos y todo iba sin contratiempos” hasta que llegaron a la frontera, que encontraron cerrada porque momentos antes había caído en Polonia un misil que mató a dos personas”.
En esas horas aciagas, cuando no estaba clara la procedencia del misil ni si provocaría una respuesta europea, Thyssen-Bornemisza contó que pidió ayuda al embajador ucraniano en Madrid, quien a su vez se comunicó con todos los políticos que conocía en Polonia y Ucrania.
“Les tomó doce horas, pero (los camiones) lograron pasar la frontera” y continuar su viaje hacia España, agregó la coleccionista, impulsora de la iniciativa “Museums for Ukraine” de museos, curadores y fundaciones europeas para visibilizar el arte de Ucrania durante la invasión rusa.
Luchar por la cultura
La exposición en el Thyssen es una de varias iniciativas para resguardar el arte ucraniano de la destrucción de la guerra en el ámbito de la cultura.
“El patrimonio cultural a menudo es un daño colateral en las guerras, pero a veces es atacado específicamente por ser la esencia de la identidad de los países”, dijo a finales de octubre Krista Pikkat, directora cultural de la UNESCO, la agencia cultural de la ONU que ha contabilizado daños a más de 200 sitios culturales de Ucrania, entre ellos varios museos.
Además de proteger las obras, la exposición en España busca “mostrar la diversidad cultural y artística de Ucrania (…) por la que los ucranianos están tan valientemente luchando en este momento”, dijo una de las curadoras de la muestra, Katia Denysova.
La exposición está distribuida cronológicamente, desde la década de 1910, cuando el país era parte del imperio ruso, pasando por la de 1920, cuando vivió un florecimiento cultural y se integró a la Unión Soviética, hasta la de 1930, cuando varios artistas murieron en las purgas estalinistas y el realismo soviético se instauró como único estilo artístico permitido, según Denysova.
En las salas pueden verse cuadros como “Composición” (1919-1920), una obra de inspiración cubista de Vadym Meller, “Los inválidos” (1924), una pintura neobizantina de colores ocres de Anatol Petrytskyi, o el “Retrato” realista de un soldado de finales de 1920, de Kostiantyn Yeleva.
“Es importante seguir hablando de la guerra, pero con este proyecto queremos mostrar que Ucrania tiene mucho más que ofrecer”, concluyó Denysova.