El senador Miguel Ángel Osorio Chong, quien fuera uno de los políticos más poderosos durante el régimen de Enrique Peña Nieto, acaba de renunciar a la coordinación de la fracción del PRI en el senado de la República, como producto de una rebelión de senadores de ese partido contra su dirigencia.
La convocatoria para realizar la mencionada reunión fue lanzada por senadores instigados por Alejandro “Alito” Moreno, apenas unos días después de que las autoridades del INE calificaron como ilegales las modificaciones a los estatutos del PRI, reformas que autorizaban al actual líder tricolor a ampliar su periodo como dirigente, con lo cual Moreno se quedaría con la posibilidad de designar las planillas del PRI para las elecciones del 2024.
Recordemos que el Consejo Político Nacional (CPN) del PRI decidió el pasado mes de diciembre modificar los estatutos del partido, con objeto de que “Alito” Moreno no terminara su mandato el 3 de agosto de este año, sino que se prolongara por 90 días hábiles más.
Con base en esa modificación, Moreno concluiría su mandato hasta enero de 2024. Esta maniobra le permitiría permanecer en el cargo y designar las candidaturas del tricolor para las elecciones federales de 2024. Y como ya para ese momento estaría el país en plena época electoral, nadie podría remover a Moreno de la dirigencia hasta después del proceso electoral.
Ante esto, los senadores del PRI, encabezados por Miguel Ángel Osorio Chong, protestaron y acudieron ante las autoridades electorales para impugnar la modificación estatutaria. Finalmente, el INE aceptó los argumentos de la impugnación y declaró nula esa modificación. La solución definitiva queda ahora en manos del TIPJF (Tribunal Electoral de la Federación).
Alejandro Moreno se adelantó a los hechos y ya se la cobró a Osorio Chong, obligándolo a renunciar, por presiones de la mayoría de los senadores. Incluso algunos legisladores que participaron en las protestas de diciembre contra la modificación estatutaria del PRI, en esta ocasión se aliaron y formaron una mayoría que logró orillar a Osorio Chong a la renuncia. Solo permanecieron leales a su líder los senadores Claudia Ruiz Massieu, Eruviel Ávila y Nubia Mayorga.
El nuevo dirigente de la fracción tricolor es el senador Manuel Añorve, de Guerrero, quien fue escogido como nuevo líder de la fracción por los senadores rebeldes. Añorve tiene línea directa con la dirigencia nacional de su partido. De este modo, “Alito” sigue conservando el control del PRI, aunque ha sido golpeado por numerosos escándalos durante su mandato, que concluirá el 3 de agosto del presente si el TEPJF no decide otra cosa.
Esta nueva pugna dentro del tricolor poco afectará –más allá de acentuar su desprestigio– el desempeño general del partido en las elecciones del próximo 2 de junio en los Estados de México y Coahuila. En ambas entidades los candidatos del PRI –quienes por convenio con el PAN y el PRD encabezan la coalición de derecha—no fueron escogidos por la dirección nacional, ya que en ambas entidades el control político está firmemente en manos de los gobernadores del tricolor.
Como sea, la coalición de derecha se encamina a un sonoro fracaso en el Edomex, ya que las encuestas otorgan en este momento la mayoría de las preferencias a la coalición de izquierda (Morena-PT-PVEM) sobre las huestes de la coalición prianista. El Edomex es la joya de la corona para el PRI, porque además de tener el padrón más amplio de votantes (12.7 millones) el gobierno de ese estado maneja el mayor presupuesto de las entidades del país.
Todas las encuestas –incluso de los medios más conservadores—otorgan una cómoda ventaja a Delfina Gómez, aspirante de la coalición de izquierda, sobre su contendiente del PRIAN, Alejandra del Moral. En algunos casos, la distancia en favor de la aspirante morenista –quien el pasado domingo tomó protesta como candidata– llega a ser de más de 20 puntos porcentuales.
Precisamente a “Alito” se le culpa por la pérdida de casi todas las gubernaturas en que ha competido el PRI desde 2018, cuando perdió la Presidencia de la República ante AMLO. Actualmente solo conserva los estados de Coahuila y Durango –este último obtenido en 2022—pero su área de influencia y su caudal de votos habrá disminuido de manera muy acentuada, dejando al tricolor como un partido pequeño, con una presencia casi testimonial en los asuntos de la política nacional.
La pugna actual dentro del PRI es claramente una disputa por los cargos públicos y el poder que le restan al que fuera el partido más poderoso y de más larga existencia en la historia de México. Fundado por el presidente Plutarco Elías Calles en 1929 como PNR –integrado por las diversas facciones de la “familia revolucionaria”– cambió su nombre a PRM (Partido de la Revolución Mexicana) durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. Finalmente fue rebautizado como PRI durante el gobierno de Miguel Alemán, cuando dio principio la contrarrevolución en todas las áreas de la política nacional.
“Origen es destino”, señala una de los principios generales de la evolución. En este caso, el PRI nació como partido político por la necesidad de zanjar las controversias y los choques de intereses entre las diversas fracciones de la “familia revolucionaria”, bajo el mando de la figura del Presidente de la República. Este es la esencia de su fundación.
Sin embargo, ante la ausencia de una autoridad central presidencial, con fuerza centrípeta, aglutinadora de las diversas corrientes, la fuerza centrífuga comienza a tomar auge y relevancia. Esto es lo que hoy le pasa al antiguo partido único, el partido de la “dictadura perfecta”, al partido que obtenía asfixiantes mayorías electorales del 95% de los votos.
En 2012, la fuerza aglutinadora fue articulada por los gobiernos tricolores de diferentes estados (principalmente Hidalgo, Edomex y Coahuila) que reunieron suficiente fuerza y recursos financieros para impulsar la candidatura de Enrique Peña Nieto, a quien llevaron al poder a base de fraudes, acarreos y compra de votos, muy al estilo de la casa.
Pero a partir de 2018 los priístas no solo perdieron la Presidencia de la República, sino que fueron desalojados del poder en cada uno de sus feudos tradicionales. En Quintana Roo la marea de la izquierda los arrojó al cuarto lugar. Y lo mismo ocurrió con las diputaciones y senadurías federales. A Osorio Chong lo defenestró una reunión casi familiar de 13 senadores, como remembranza de los conflictos y pugnas que se remontan a sus orígenes en 1929. Mas hoy tienen el agravante de que la disputa es por migajas, por los despojos de un PRI descuartizado.