Era el año 1890 cuando en Cuernavaca se hacían ladrillos de color rojo intenso, huecos y prensados, únicos en el estado en aquella época. Y se elaboraban en la fábrica El Buen Retiro, ubicada en los terrenos de lo que hoy es Plaza Cuernavaca, sobre avenida Vicente Guerrero en Lomas de la Selva.
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Así lo cuenta el cronista morelense Mario Oliveros, nieto además del propietario de esa fábrica: Ramón Oliveros. Entre sus recuerdos menciona que a su abuelo lo mandaron a estudiar a Inglaterra donde estuvo alrededor de 13 años; posteriormente regresó a la ciudad de la eterna primavera convertido en ingeniero civil al igual que Ignacio Amor, con quien se asoció para estar al frente de la Hacienda San Gabriel de las Palmas.
Cuando regresaron traían mucha modernidad y conceptos nuevos de ingeniería; durante los años del siglo XX fundaron la fábrica de tabiques El Buen Retiro.
Oliveros explica que el tabique que ahí se fabricaba era prensado, ya que su forma y materiales hacían de este producto el aliado perfecto para los arquitectos porque tenía mucha resistencia a la compresión, además de ser un excelente aislante térmico y de sonido.
Asimismo, los ladrillos tienen este peculiar color rojo porque se elaboraban a base de masa de barro cocida a muy altas temperaturas.
Exportaciones
El cronista narra que al ser El Buen Retiro la única fábrica con estas características en la zona centro del país, enviaban mucho ladrillo a la Ciudad de México.
Pero no lo hacían en camiones o tráileres como actualmente se hace, sino que en esa época ocupaban vagones de tren para enviar el material que ya se tenía vendido o comercializado: “Mandaban muchos a la colonia Roma, en la Ciudad de México, por ejemplo”.
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Es decir, El Buen Retiro fue fundamental para el desarrollo del estado y también enmarcó con sus ladrillos algunas edificaciones, entre ellas la Fábrica de Papel Loreto y Peña Pobre, ubicada sobre calle Revolución, delegación Álvaro Obregón, en la Ciudad de México:
“Ahora es un lugar de lujo, es Plaza Loreto, al sur de la ciudad. Tiene el mismo tabique, exactamente la misma infraestructura con cinco pies derechos”.
El tiempo entre añoranzas
Mario Oliveros tiene presente, con orgullo y sentimientos encontrados, la fábrica de su abuelo, porque dice que a través del tiempo y el desarrollo de la ciudad se puede ver cómo todo lo que trabajó don Ramón Oliveros ahora ocupa el lugar del consumismo, dejando los inicios de Cuernavaca entre recuerdos que cuentan algunos edificios y espacios que se construyeron con el tabique de Morelos.
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