Más como un deseo que como una propuesta concreta –idealmente acompañada de análisis técnicos, estudios financieros y de impacto socioeconómico en la región-, en las últimas semanas hemos escuchado pronunciamientos de empresarios, líderes de cámaras y funcionarios del gobierno estatal que piden y valoran se impulse la reactivación del Aeropuerto Internacional de Cuernavaca “Gral. Mariano Matamoros”, ubicado en Temixco, aunque todavía con poca claridad respecto de sus alcances, ruta para lograrlo y cómo es que todos los morelenses pueden verse reflejados en el proyecto, que con los recursos públicos necesarios y la colaboración de los actores y sectores económicos clave, puede convertirse en “punta de lanza” de una nueva configuración de servicios, industria, comunicaciones y tecnología que impulse el empleo, la atracción de inversiones y el desarrollo que tanto le hace falta a nuestro estado desde hace más de tres décadas.
Tal vez sin la especialización y conocimiento de lo que un nuevo aeropuerto o uno reconfigurado puede representar para un estado no tienen por qué saberlo todo, pero sí con entusiasmo, es que hemos escuchado planteamientos como el de Javier Porras, Presidente de la Asociación de Industriales y Empresarios de Morelos (ADIEM), que urgió la rehabilitación del aeropuerto local por la posibilidad de ser “un punto de comercialización aérea” (sic) si se habilita el puerto de Acapulco para carga, dado que, entiende el empresario- las empresas o industrias de la Ciudad de México estarían forzadas a pasar por Morelos, provocando así una “derrama económica”, se escucha decir a lo lejos a Javi Noble: “¡Y pum! resulta ser todo un éxito”.
O lo dicho por Iván Elizondo, Presidente de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra) en Morelos, quien recientemente declaró que hay que aprovechar que se está generando “una red de aeropuertos bastante interesante” –el Sistema Metropolitano de Aeropuertos existe desde 2007- integrada por el de Santa Lucía (hoy Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles), Ciudad de México, Puebla, Querétaro y “está el de Cuautla” que es un aeródromo utilizado para actividades de paracaidismo con una pista muy corta de apenas mil 024 metros de largo, enfatizando que habilitando el “Mariano Matamoros” se reactiva la economía con la transportación de materias primas o de producto terminado en la entidad, además de crearse “cadenas de valor”, sumando la transportación de personal, pudiendo atender “una zona importante de Guerrero, Morelos y el sur de la Ciudad de México”, concluyendo que se trabaja con la Secretaría de Desarrollo Económico y del Trabajo estatal en “algunas opciones para el aeropuerto”, pero que no pueden anunciar nada “por ahorita”.
Ante estos planteamientos, bien intencionados, aunque simples, el Gobierno del Estado ha dado dos respuestas: la primera a finales de febrero vía el encargado de despacho de la Secretaría de Hacienda, José Gerardo López Huérfano, quien informó que se estaba haciendo un análisis para solicitar al Congreso Local una partida presupuestal para mantenimiento y operación del aeropuerto de Cuernavaca, sin precisar cuánto sería para su rehabilitación, aunque habría aseverado que “por las condiciones, sería bastante alto”, y la segunda, en el mismo sentido, hace unas semanas, a través de la propia Secretaria de Desarrollo Económico y del Trabajo, Ana Cecilia Rodríguez González, quien compartiría la idea de reactivarlo pero que su prioridad es conseguir los 8 millones de pesos para pagar el seguro del mismo, y de paso no perder la concesión, así como los sueldos pendientes en la instalación aérea.
La reactivación del Aeropuerto Internacional de Cuernavaca “Gral. Mariano Matamoros” debe darse con una visión integral y de largo plazo, como se hizo con el Aeropuerto Internacional del Bajío, en Silao, que tiene a un costado el Puerto Interior –constituido en 2006-, que es el puerto seco más dinámico y de mayor reconocimiento logístico en México y en América Latina, que concentra parques industriales, servicios logísticos, una Ciudad Innovación, organismos gubernamentales y otros servicios comerciales, educativos y comunitarios que siguen atrayendo anualmente inversiones por decenas de millones de dólares, además de generar empleos formales bien pagados, proveeduría y círculos económicos virtuosos que han detonado a otros sectores que también fortalecen y enriquecen a los municipios colindantes y al estado de Guanajuato.
Y donde su aeropuerto jugó y juega un papel más que relevante, hoy día ambos complejos están conectados, teniendo además múltiples destinos nacionales e internacionales, con vuelos llenos.
Y hay casos similares, con sus variantes, en otras latitudes como Durango y Yucatán, por mencionar solo dos.
Hoy, más que nunca, Morelos necesita un proyecto económico y social transexenal que resista y supere los cambios de partido en el gobierno, así como los intereses de grupos políticos y económicos locales, con una visión de 30 o 50 años, que incorpore a los municipios en diferentes frentes y etapas, blindándolo de regateos electoreros –como las aspiraciones a la gubernatura de algunas y algunos secretarios- o de mentalidades limitadas que aún creen que un aeropuerto es únicamente para que los ciudadanos tomen un vuelo para viajar en vacaciones.
Tomémosle la palabra a quienes proponen reactivar nuestro aeropuerto, que sin duda es una apuesta grande, y que si se implementa correctamente puede traer múltiples beneficios a todos e incluso cambiarle la vocación productiva a Morelos; y de paso, la forma de pensar a muchos políticos y empresarios que aún creen que solo con el turismo y relanzando las escuelas de español para extranjeros vamos a resurgir como una potencia económica -cosa que no hemos sido-.