Arriesgándome a mostrarme inculto, que en muchos sentidos lo soy, les cuento que esta semana fui por primera vez en mi vida a una cereada por Ahuatepec y Ocotepec. ¿Qué es esto de una cereada? Pues resulta que es una tradición local del Día de Muertos donde las familias que perdieron a un pariente durante el año le organizan la primera ofrenda, dándole la bienvenida de regreso con su comida favorita, mientras los vecinos van visitando las casas con ceras (velas) para dejar en la ofrenda; así las familias al día siguiente pueden ir a poner esa cera en la tumba del familiar. Quedé impresionado por la calidad, cantidad, tamaño y folklore de las ofrendas.
Para aquellos que se quejan de las modernidades malinchistas y que le quieren dar prioridad al Halloween sobre el Día de Muertos, los invito a que asistan a una cereada; vengan a ver una tradición de valor cultural. Y para quienes consideran que vivimos una crisis identitaria, este es un buen ejemplo de que la identidad cultural sigue aquí, aunque no sea tan evidente. Lo único que se necesita es una familia unida y comprometida con esta identidad para conservarla. Pero me pregunto ¿dónde están las autoridades en estas celebraciones? No hago esta pregunta en ánimo de confrontar a una administración, sino con afán de replantearnos la relación del ayuntamiento con su pueblo, con sus tradiciones locales. Creo que la autoridad no debe servir solamente para cobrar impuestos, repartir multas y desaparecer dinero del erario, sino para conservar, promover sosteniblemente y en la medida de lo posible, de acuerdo con cada localidad, estas tradiciones que dan identidad.
Entre las ofrendas, algunas en donde las familias gastaron al menos $30,000 pesos entre la banda de música, los ajuares de la ofrenda, la comida y demás. Hermanas, primos, tías, viudos, toda la familia participando y cumpliendo un rol que va desde poner lana para la fiesta, hasta repartir el ponche a los visitantes. Me comentaron unos amigos que había alrededor de 80 ofrendas por la zona, y yo vi las calles llenas de gente, tanto locales como turistas, que iban haciendo la cereada.
Las filas para las ofrendas más grandes daban vuelta a la esquina. Lo que nunca vi, fue al Ayuntamiento.
Desarrollo económico y seguridad son dos prioridades que la gente pide. Los políticos ya no saben ni que mentiras o falsas promesas inventar y cuando son parte de las filas del gobierno, ni por dónde empezar a resolver estos problemas. Bueno, pues aquí hay un principio de solución. Esa noche yo vi en Ocotepec una actividad cultural que puede generar miles de pesos en derrama económica. Si la autoridad sigue la iniciativa de la población y abona a este tipo de eventos, empezamos a voltear la tortilla. No nada más a traer a la Sonora Dinamita a la Barona.
El Ayuntamiento, a través de la Ayudantía, puede hacer la lista de las ofrendas, para después mapearlas y comunicarlas a la población en general, así todos tenemos información y no hace falta ir dando vueltas a ver que encontramos, amén que sirve como promoción hacia afuera. Ese mapeo permitiría a las autoridades de tránsito planear los cierres de calles, puntos de conflicto y estacionamientos. Los hoteles y restaurantes de la zona pueden participar en las celebraciones y ofrecer promociones. Los emprendedores que participan en mercados como el famoso Mercadito Verde podrían buscar un espacio para ponerse en estos días cerca de las ofrendas, agregándole valor a la actividad turística. A todo esto, el Ayuntamiento puede buscar las formas de cobrar impuestos razonables por todas las diferentes actividades.
Es entendible que a los administradores del Municipio les preocupe más atrapar a los delincuentes que acaban de robarse un camión o tener presencia en las colonias como la Barona que dan muchos votos. Pero si nos acostumbramos a perseguir al crimen será un cuento de nunca acabar. Si algo nos han enseñado Tom & Gerry o el Coyote y el Correcaminos es que, hacer un hábito de estas dinámicas no resuelve el problema de fondo. Hay un capítulo famoso en el que el Coyote atrapa al correcaminos y no sabe qué hacer con él, nunca planeo para eso.
El Ayuntamiento de nuestra capital está sumido en deuda, conflictos de todo tipo y estructuras viejas y viciadas. El cambio no va a venir de meter a la cárcel a los que se robaron el dinero de SAPAC (que por supuesto también hay que hacerlo) el cambio va a venir de entender las dinámicas de la sociedad y planificar alternativas. Ahí tenemos potencial real, en las tradiciones que nos dan identidad.