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¿Dónde quedó el apostolado de los maestros? – El Sol de Cuernavaca

La descomposición social y la falta de vocación dejaron atrás el llamado apostolado magisterial, pero también lo apartó el reconocimiento de la realidad de lo que significa ser docente, un ser imperfecto que sigue aprendiendo en el aula y que de vez en cuando genera empatía con alumnos, padres de familia y con la misma comunidad que le retribuye o lo sataniza.

Especialistas, docentes y padres de familia señalan que la vocación es una cualidad que no todos los trabajadores de la educación tienen, y que se traduce en el buen quehacer o no en su plantel. En el Día del Maestro, cada 15 de mayo, cabe hacer una reflexión sobre la huella que un docente deja en la sociedad.

Una falsa idea

El término apostolado nunca le ha gustado al veterano profesor Carlos Gallardo Sánchez, ya que hacía ver a los maestros como seres perfectos, comparándolos con los apóstoles católicos o sacerdotes que se lanzan a cualquier parte del mundo a cumplir una misión enfrentando cualquier inconveniente.

La frase si el maestro lo dijo es porque es verdad o magister dixit ha quedado atrás frente a una sociedad evolucionada: “Ya no se puede hablar de apostolados, sino de seres humanos comprometidos socialmente con las comunidades a las que van, y en las que a veces sí se las pasan muy duro, pero más bien es un trabajo entre humanos, pero no en ese nivel de apostolado porque ponen al maestro en un nivel muy superior, y a través de esa idea se cree que el maestro es perfecto, lo sabe todo; primero debemos entender que llegamos incompletos a nuestra función y nos vamos construyendo en el aula”.

Agrega que esto en razón de que los planes y programas educativos se actualizan, quizás, antes de que los docentes concluyan su licenciatura, obligándolos a seguir estudiando y aprendiendo junto a sus alumnos. O sea, “un maestro es un compañero grandote” que debe darse cuenta, además, de las circunstancias de sus alumnos y tener empatía hacia ellos.

Gallardo recuerda que hace más de 35 años, cuando aún era estudiante, impartió clases en un Jardín de Niños del Estado de México llamado Emiliano Zapata. Luego, al llegar a Morelos dio clases en escuelas de nivel básico y posteriormente en medio superior y hasta llegar al superior.

De ese tiempo a la fecha, considera, la sociedad ha evolucionado gracias a la tecnología que los mantiene en todo momento no sólo informados, sino en alerta por lo que sucede alrededor, llevándolos a exigir una mejor calidad educativa hacia el docente, y a quienes no lo logran los califican de incumplidos, son denunciados y hasta linchados en las redes sociales.

Un docente que no está en constante evolución corre el riesgo de ser rebasado incluso por sus alumnos: “Hay cosas que no han cambiado. Los planes están mejor que hace muchos años, pero ha permeado una descomposición en la responsabilidad de lo que es ser maestro y su relación con la sociedad, algunos se han quedado en el pasado aun cuando son jóvenes. Hay quienes heredaron esas ideas de que el maestro es el sabelotodo, la autoridad máxima, que no puede ser debatido, criticado o cuestionado por sus alumnos”.

Tanto los alumnos y los padres de familia, debaten a los docentes, y los cuestionan, lo que antes no sucedía o no se hacían del conocimiento público.

El castigo corporal como método de disciplina

El castigo corporal como el “reglazo”, aventar el borrador o dejar a los estudiantes indisciplinados bajo los rayos de sol han quedado atrás, y aquellos casos que llegan a ocurrir son criminalizados en las redes sociales, dice Gallardo. Incluso a la más mínima expresión de un docente, los padres de familia suben videos en donde los señalan, pese a que pudieron haber acordado una sanción por medio del diálogo.

“Yo recuerdo que había padres de familia que nos dejaban a los niños y decían si se portan mal dele, como que aceptaban que el maestro les diera su coscorrón si se portaban mal, para quienes no teníamos noción de capataces no hacíamos caso a esas prácticas, o autorización social. Pero eran pueblos, comunidades que veían al maestro como segundo padre con carácter moral para castigar, ahora ya no, ahora por cualquier expresión hasta demandan a los maestros”.

Con el tiempo se entendió que la disciplina en el aula no debe ser similar a la militar, sino con otras formas, recuerda a una docente muy querida por sus estudiantes llamada Alejandra, a quienes exigía dar los buenos días, por medio del toque de una “campanita”, pedía a su grupo ponerse de pie. Era contundente al hablar, una disciplina sin violencia.

Otros problemas sociales

La venta de drogas afuera de las escuelas, la violencia y la salud mental de los estudiantes son factores que merman la impartición de la educación, pues en el aula también están presentes.

Un alumno o alumna con temor, depresión o baja autoestima será capaz de memorizar la clase, pero no tendrá un aprendizaje racional, ya que está estrechamente asociada la tranquilidad del ser con el aprendizaje mismo.

Por lo anterior, se debe implementar la pedagogía del error, es decir, que el estudiantado aprenda del error para no volver a cometerlo, en lugar de humillarlo, pues el miedo no es aliado.

En este aspecto los docentes deben lograr que sus alumnos exploten sus emociones positivas como el amor, afecto, solidaridad, compañerismo, colaboración, lo que fomentará el espíritu. Exigirle vocación al docente podría contribuir con la reconstrucción del tejido social: “Si el maestro no entiende, sobre todo en comunidades muy pobres, que a veces el alumno llega sin desayunar, desprovisto de todo, y solo les califica el error y la falta de aprovechamiento, no está adaptándose a esa comunidad. Pese a que no debe hablarse de apostolado o de maestros misioneros, sí se tiene que insistir en la vocación, cumplir con un deseo interno”, asegura Gallardo Sánchez.

A su vez, la presidenta de la Confederación Nacional de Escuelas Particulares, María de Jesús Zamarripa, coincidió en que el apostolado ha quedado rebasado por las circunstancias actuales en las que viven los y las alumnas, con menos límites y bajo un mundo desestructurado, disperso, que va en contra del magisterio que aún tiene vocación y compromiso social.

Para la Asociación de Padres de Familia del Estado de Morelos, el sistema educativo no ayuda a los maestros, los ha dejado solos y sin herramientas: “Hoy en día el rol que tenía el profesor de ser fuente de conocimiento y por ello valioso, respetado y líder de la comunidad, se ha transformado por el abandono del gobierno al no capacitar e ir al día con los cambios y necesidades que el sistema educacional requería y un tanto por la apatía de los docentes a mantenerse al día”, opinó Mauricio Miranda, presidente del órgano.

Relación docente-alumno, desgastada

Julieta Aldape, profesora de nivel secundaria, considera que actualmente el papel y el trabajo de los y las maestras ya no es el mismo que hace unas décadas, pues ahora los docentes deben adaptarse a los cambios sociales y, sobre todo, a las nuevas tecnologías, lo que ha ido acabando con su apostolado.

Esto, dice, trae como consecuencia la pérdida de la vocación, el respeto, el compromiso, el liderazgo comunitario y el nexo que se tiene con las comunidades.

“No podemos generalizar, ya que aún quedan algunos docentes que comprenden el ser maestro como un todo, no como una profesión, sino como una extensión de su existencia. Las nuevas generaciones, aunque algunos ávidos del desarrollo de sus conocimientos, no tienen ese compromiso, lo ven como un trabajo que solo permite medir el tiempo que se labora, no hay esa vocación que traspasa los límites del aula. Se está perdiendo en gran medida la mística del maestro como imagen a seguir, como ejemplo de colaboración y servicio a su entorno hoy día llamado contexto”.

Agregó que actualmente las nuevas generaciones de docentes están inmersos en nuevas ideas, preceptos de conducta y comportamiento que merman en mucho la calidad de la educación.

“Así como los padres no podemos ser amigos de nuestros hijos, sino padres en quien confiar, el maestro ha perdido el respeto por acciones fuera de su responsabilidad primordial, creyendo que entrar en la dinámica del amiguísimo es la respuesta a llevarse bien, en lugar del ejemplo que parte del conocimiento y compromiso”.

Consideró que en la mayoría de las escuelas, en todos los niveles, se nota carencia, desconocimiento y falta de empatía de los profesores y profesoras hacia su propia profesión: “Y sí, esta vez sí es responsabilidad del docente al no autoevaluarse y entrar en cuenta de sus carencias; el ego en el que el magisterio se mueve es el gran cáncer de la calidad educativa”.

Por su parte, María de los Ángeles Albarrán, profesora desde hace 14 años, dijo que esto es resultado de una cadena que se ha debilitado desde el hogar.

“Ha sido muy marcado el momento en el que el docente dejó de ser la figura de autoridad y de respeto que anteriormente tenía. Desde que la formación docente se dejó en manos únicamente de una escuela formadora académica, para mí hubo un parteaguas porque la familia dejó de ser la formadora del carácter, de integridad y de valores. Y qué sucede, el ciclo se empieza a descomponer y da como resultado un maestro sin vocación, sin ética, sin compromiso pedagógico y social, y a su vez, moldea a alumnos repetitivos, que memorizan y no cuestionan”.

Es decir, explicó, ahora los alumnos y alumnas no asumen ni visualizan su integración dentro de una sociedad, sino en un egocentrismo materializado, sobrevalorado y desconectado de emociones: “El objetivo se va volviendo el mismo, obtener el recurso monetario para vivir en un contexto materializado totalmente”.

Considera que hablar de una pérdida del apostolado magisterial es referirse a la pérdida de vocación, del compromiso de ayudar a los demás sin fijarse en sacrificios ni en intereses personales, aunque no son todos, pues agrega que aún quedan docentes que ejercen su profesión desinteresadamente.

Finalmente María Felipa Maldonado Gil, directora de preescolar y con más de 40 años ejercicio docente, dijo que el maestro de antes era una figura de notable autoridad, con normas estrictas que muchas veces alcanzaban el ámbito familiar, eran respetados, contaban con el apoyo de la comunidad, tenían respeto de los padres de familia, pero en la actualidad se ha perdido.

“Hoy en día la educación es más flexible, el maestro tiene un rol más amigable, más amable con sus alumnos en el proceso de enseñanza-aprendizaje, pero en algunos casos falta vocación de ser un maestro comprometido con sus alumnos”.

Agregó: “Hoy la relación docente-alumno se ha distanciado; sin embargo, aún hay maestros que buscan mantener ese vínculo a fin de seguir aportando a la conformación comunitaria”.

Con información de Dulce Gaviña


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