México y su presidente Adolfo Ruiz Cortines recibieron el 20 de junio de 1954, con una salva de 21 cañonazos, como se merecía, a un personaje emblemático del siglo XX con los títulos nobiliarios más impresionantes, quien llegó en el tetramotor “Estrella de Etiopia” a la Ciudad de México.
Era ni más ni menos, Haile Selassie, el Negus Negast: Rey de Reyes, León de Juda, Señor entre los Señores, rey de Abisinia y emperador de Etiopia Haile Selassie.
El regio visitante, descendiente en línea directa de Salomón y la reina de Saba, llegaba a nuestro país en una misión que refleja la grandeza del personaje, vino a agradecer, 18 años después de otorgado, el apoyo que México como nación le brindo en 1935 a Etiopia, invadida por la Italia fascista de Benito Mussolini, en los difíciles tiempos de la preguerra mundial.
El morelense, Vicente Estrada Cajigal, terminado su periodo como gobernador, fue nombrado por el presidente Lázaro Cárdenas del Río enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario de México ante la Sociedad de Naciones, con sede en Ginebra, Suiza. Aún no se creaba la ONU. Allí, el México de Cárdenas defendió a Etiopia ante el mundo. Sólo tres países respondieron por Etiopía ante ese llamado y México fue el primero.
A su llegada, el responsable de la oficina de Protocolo de la Secretaría de Relaciones Exteriores era Alfonso Castro Valle* -varias veces embajador y residente permanente en la privada del Mango en Cuernavaca hasta su muerte ocurrida en 1989-, en aquel entonces, acompañado del encargado de negocios de Etiopía en México, Petros Goitom, subió a bordo del Estrella de Etiopía y en perfecto francés Castro Valle le dio la primera bienvenida a Selassie y a su real séquito. Con ellos descendió a la pista, donde ya lo esperaba el entonces presidente Adolfo Ruiz Cortines.
Luego de los honores, himnos nacionales de ambas naciones y ante una multitud que vitoreaba el nombre del emperador, fue homenajeado tanto en Los Pinos como en Palacio Nacional. En una rueda de prensa, el emperador explicó que en esos 18 años nunca olvidó el decidido apoyo de México en la causa etíope.
El día 21, un día después de su llegada. Selassie se trasladó a la ciudad capital de Morelos, donde desde la caseta, que se ubicaba a la altura del poblado de Chamilpa, fue recibido por el presidente municipal y el entonces director de turismo, don Valentín López González. La comitiva recorrió en auto descapotable varias calles hasta el Palacio de Cortés, sede de los tres poderes del estado, allí lo esperaba el gobernador Rodolfo López de Nava. Desde el balcón volvió a escuchar ambos himnos.
Luego de un “discreto lunch champagne” y de haber recibido las llaves de la ciudad, por la noche pernoctó en la residencia del agente comercial de Etiopía en Nueva York y México. N.D.Dracopulos, ubicada en la colonia Lomas de Atzingo de donde salió al día siguiente de vuelta a la ciudad de México. “Quise saber lo que era despertar con esta vegetación, entre el trino de parvadas de pájaros, loros y pericos, lo que no tengo yo en mi desértico país”, dijo el León de Judá, Haile Selassie al despedirse de Cuernavaca.
Sí, queridos lectores, Cuernavaca ha sido testigo de la presencia de dos Reyes de Reyes, uno el de Etiopía y el segundo Mohammad Reza Pahlevi de Irán del que ya escribí ampliamente en pasadas líneas, además de dos presidentes de México que eligieron Cuernavaca como su segunda residencia a pesar de que ninguno era morelense y que donaron dos de ellas a la ciudad de Cuernavaca. Les cuento, el primero don Lázaro Cárdenas del Río, la donó para la educación de niñas de origen humilde. Hoy en día, esa obra de Cárdenas continúa, es el Internado Palmira y su casa, es ahora la Casa de Cultura “Lázaro Cárdenas”.
Y don Luis Echeverría Álvarez tenía su casa de reposo en lo que hoy son Los Belenes. Él también donó su preciosa propiedad, en este caso, a la UAEM pero como a doña María Esther, su compañera de toda la vida, le encantaban las plantas, cada vez que viajaba se traía semillas y aquí en Cuernavaaca, con la asesoría del antropólogo Bernardo Baytelman exililado del Chile Allendista, creó el Jardín Etnobotánico con todas las plantas que los dos grandes tlatoanis aztecas, Moctezuma Ilhuicamina y Moctezuma Xocoyotzin, formaron en Oaxtepec, Morelos. Tan lindo quedó el jardín de la gran propiedad de Los Belenes, que “a la compañera” como llamaban con respeto y cariño a doña Esther, cuenta su hijo Pablo, le sorprendió que un buen día, se levantó por la mañana don Luis y dijo: “Los Belenes serán para la Universidad”.
Y seguimos el próximo lunes.