Mal estarían quienes se enojen porque Cuauhtémoc Blanco, ex futbolista y apasionado espectador de ese deporte, aspire a dirigir un equipo y luego a la selección nacional. En todo caso se le podría criticar el descuido de la función pública durante por más o menos cinco horas efectivas que el representativo de México participó en el mundial y que el gobernador, nos consta a todos, siguió con un empeño que muchos le han pedido en otras funciones. Aún con ello sería medio hipócrita, porque no fue el único político local o nacional que se distrajo frente a una pantalla durante los juegos. Incluso hasta tendría que reconocerse al mandatario que se dio sus baños de pueblo en el Centro Histórico y la colonia Carolina de Cuernavaca, donde junto a su gabinete y un grupo bastante variopinto de aficionados siguió denodadamente con una pasión que recordaba al personaje aquél de Derbez viendo al Cruz Azul.
La gente que votó por Cuauhtémoc Blanco sabía que su primer amor era el fútbol, ese deporte que tiene una filosofía no tan compleja que el mandatario y su equipo han tratado de adaptar a la política con relativo éxito. Así que cualquier crítica respecto de los comentarios del gobernador sobre el fútbol, sus aspiraciones futuras en las canchas, y hasta las mentadas de madre que por lo menos imaginó en contra de dos o tres futbolistas en cada uno de los juegos de la selección, cae en blandito, la gente ya lo había pensado y estaba por lo menos resignada con ello. En todo caso, la crítica contra el mandatario debería seguir en el terreno de los resultados, y de la inoperancia de un gabinete que, al más puro estilo de la 4t, se ha mimetizado con la figura y actitud del mandatario, y hasta probablemente, con su metodología para entender una realidad que suele ser muchísimo más compleja (incluso cuando es simple) a lo que ocurre en las canchas. Porque en la cancha hay apenas 22 actores alineados en sólo dos fuerzas que se enfrentan entre sí. Por supuesto hay que considerar factores atmosféricos, anímicos, de fortaleza física, estrategia, y así, pero en la realidad política las variables suelen tender al infinito y sólo en análisis tipo laboratorio pueden considerarse sólo dos fuerzas enfrentadas. El caso del presupuesto de egresos, por ejemplo, tiene miles de actores intervinientes, aunque pocos protagónicos, pero cada uno de ellos opera con intereses más o menos diversos que, a fuerza de diálogos construyen consensos. Esos escenarios complejos suelen complicarse mucho al gobierno de Cuauhtémoc Blanco, y en general a todos los que operan bajo la metodología maniquea de la 4t, que no es la misma que en el futbol pero en algo se parece mucho, la concepción de que existen dos fuerzas enfrentadas entre sí y que la única forma de supervivencia es mediante la eliminación del otro.
A lo mejor por ello Cuauhtémoc Blanco no desentona del todo en la 4t, y probablemente por ello, también, su postura resulta tan ofensiva para algunos políticos acostumbrados a métodos más complejos que la suma cero (para que uno gane otro debe perder). Porque el grial de los políticos es una ecuación en la que todos ganan, y para ello hacen falta operaciones mucho más complejas. A diferencia de lo que ocurre en los deportes, en política es imposible eliminar al rival, en todo caso, el verdadero reto apenas inicia con el triunfo electoral.
No es curioso que grandes estudiosos de las cosas complejas sean atrapados por la probablemente elegante simpleza del fútbol soccer. Pero difícilmente aplicarán, más allá de alguna metáfora, la metodología del deporte al análisis o la práctica de la política, la economía, la sociología, el arte. En los atletas la gente encuentra inspiración para forjar el carácter, la personalidad, no para aterrizar un sistema filosófico.
Cuauhtémoc es un futbolista que ve la política como un balón y al estado como una cancha. Eso le funcionó para derrotar como fuerza disruptiva a un sistema político caduco que no pudo ofrecer alternativas. Lo grave es que sus colaboradores imiten ese método. Los resultados y la falta de ellos están a la vista.
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