La diputada Paola Cruz Torres tiene razón cuando recurre al lugar común aquél de que “en la izquierda se disiente”, uno añadiría que si es con el gobernador Cuauhtémoc Blanco, se disiente mucho más. Una de las máximas de la izquierda es el disenso como una posición casi epistemológica, se debate y disiente con el fin de construir una idea mejor.
Cuauhtémoc Blanco se adhirió al Partido Encuentro Social en marzo del 2017. Había recibido la invitación, no tan formal del Revolucionario Institucional, pero las gestiones de su entonces equipo compacto, José Manuel Sanz y Pablo Ojeda, lo llevaron al partido de Hugo Eric Flores, ubicado mucho más a la derecha en el espectro ideológico. El PES tendría, según su dirigente, una mayor rigidez ideológica que las izquierdas mexicanas, pero esa firmeza no fue impedimento para buscar coaligarse para la elección del 2018 a Morena y PT, los dos ubicados en una suerte de izquierda extrema del tipo ochentero; el primero añorante del PRI estatista, y el segundo en un debate eterno entre la tercera vía europea y el comunismo maoísta. Claro que nunca ha sido cuestión de ideologías sino de búsqueda del poder, pero probablemente la vida interna de los partidos se complica cuando el disenso es mucho más interno que externo.
Una de las características más llamativas de Morena, al que el Cuauhtémoc Blanco se adhirió recientemente, es que el enorme debate interno convive con la línea rígida impuesta por el lopezobradorismo. Nadie se atreve a cuestionar las ideas del presidente López Obrador, pero fuera de esa restricción (fortaleza y catástrofe a la vez), se permite disentir en todo lo demás.
En Morelos el disenso es evidente y sus fragmentos son mucho más que dos. La división no es entre el grupo del gobernador, los más nuevos militantes (o invasores les llaman algunos) y los de Rabindranath Salazar, hay muchos liderazgos cuyas diferencias los definen, Lucy Meza, Juan Ángel Flores, Rafael Reyes, Margarita González, otros con operación muy en el plano local o regional, y todos ellos confluyen bajo dos verdades aparentes, el acuerdo con el lopezobradorismo y el desacuerdo en casi todo lo demás.
Probablemente por ello resulte difícil a los conversos, que suelen ser mucho más doctrinarios, entender la dinámica de un partido que transita entre el autoritarismo y el canibalismo. Las dos diputadas y el diputado de Morena que disienten abiertamente de la forma de hacer las cosas del titular del Ejecutivo morelense, y más de los resultados de su administración, conocen bien el ambiente de debate interno en su partido, seguramente por ello no tienen temor de ser expulsados de Morena por oponerse a un gobernador al que muchos en el partido han acusado de no seguir un programa de izquierda ni los principios del movimiento al que ahora pertenece.
Claro que sería perder su base ideológica, pero tal vez a Paola Cruz, Macrina Vallejo y Alberto Martínez, les convendría políticamente ser expulsados de Morena, más si se hace evidente que el autor de esa expulsión fue el grupo de Cuauhtémoc Blanco y si se exhibe que el argumento ha sido oponerse a la administración gubernamental con menor aprobación del país. Seguro que la salida de muchos cuadros del morenismo dependerá de cómo se ajusten las cosas en los próximos meses en torno a la definición de los futuros políticos de funcionarios, representantes populares y aspirantes a cargos de elección popular, y justamente esa es la urgencia del grupo del gobernador por expulsar del partido a quienes se atreven a cuestionarlos y a operar en contra de ellos. Eliminar el disenso sería regalarles el partido y las designaciones de candidatos que, francamente, lucirían mucho menos atractivas con un desfonde total de sus cuadros.
En todo caso, lo que evidencian los tres diputados disidentes del gobierno estatal (la otra parte de la fracción parlamentaria sería disidente de la mayoría en el Congreso) es lo imposible que se vuelve ya no sólo llegar a acuerdos, sino tener una relación aunque sea de respeto y civilidad con el Ejecutivo estatal cuyo mayor parecido con el federal es la proclividad a la polarización y la violencia verbal e ideológica con quienes no piensan como ellos.
@martinellito
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