Cuernavaca es un gran sitio para organizar espectáculos. El público es noble, paga bien el boletaje y, en términos generales, resulta bastante disciplinado. La variedad de perfiles de los más de 700 mil habitantes de esta zona conurbada la hace atractiva para todo tipo de conciertos y la relativa abundancia de espacios abiertos y cerrados permite que la competencia reduzca los precios en que se rentan.
Después de la pandemia por Covid-19, el hambre de los diversos públicos por ir a espectáculos de todo tipo, pero especialmente musicales, ha provocado una suerte de auge de conciertos y festivales. La cartelera de la ciudad está constantemente lleva de invitaciones a espectáculos de regular a mediana calidad, con la ocasional aparición de una gran estrella, de esas que llenarían prácticamente cualquier plaza.
Pese a las bondades que ofrece Cuernavaca para la organización de conciertos, no se trata de una actividad sencilla. La Universidad Anáhuac, en un promocional de su licenciatura en dirección de empresas de entretenimiento sugiere una ruta de siete pasos que, para los no iniciados, pueden resultar más difíciles conforme se avanza: asegurar presupuesto y patrocinadores; contratar talento; preparar la sede del acto; promocionar el concierto y sus fechas (Cuernavaca da regularmente para una sola); planear la logística y las instalaciones; establecer precios y formas de pago y ensayar mucho previo a la fecha de la presentación. Habría que aclarar que para todo ello la Anáhuac ofrece una licenciatura completa, lo que evidencia las complicaciones para completar las tareas.
En una época en que la política se ha contaminado tanto con el espectáculo, no debería extrañar a nadie la conversión de los políticos en promotores musicales. Bajo el precepto de Juvenal, “al pueblo, pan y circo”, pero más al “festa, farina e forca”, las tres F de Fernando II de Borbón; la idea de los políticos de congraciarse con el pueblo que los percibe tan lejanos a través de espectáculos recurrentes parece haberse enraizado en los aparatos gubernamentales cuyos siempre mediocres resultados ofrecen poco qué presumir.
Se trata de una suerte de acto enajenador que permite la distracción de grandes grupos de audiencia (votantes la mayoría de ellos), mediante la oferta de espectáculos gratuitos o de bajo costo. Los gobiernos son proclives a ello. Por otra parte, un buen espectáculo, con entradas cobradas a buen precio, también puede resultar en fondeo para futuras campañas de personajes de la oposición quienes, como los comités prograduación, pueden ofrecer grandes eventos para lograr recursos frescos, en efectivo y difícilmente auditables.
Para muchos en el gobierno el 90’s Pop Tour que se presentaría en Plaza Fórum de Cuernavaca correspondía a la segunda categoría. Un acto auspiciado por personalidades vinculadas con la oposición a Cuauhtémoc Blanco que podría generar ganancias enormes a los organizadores. La especie es, por lo menos, inexacta o llevada al extremo, dolosamente falsa. El 90’s Pop Tour es organizado por Bobo producciones, una compañía de Ari y Jack Borovoy, quienes apostaron por apelar a la nostalgia de quienes escucharon en su niñez y juventud a OV7, Aleks Syntek, Kabah, Magneto, Mercurio, Caló, y otras agrupaciones del pop noventero; es decir, buscar un público que hoy tiene entre 30 y 40 años con poder para y ganas de adquirir boletos La alineación del Pop Tour ha cambiado desde sus primeras presentaciones en el 2017 hasta las programadas para este año, que incluían la de Fórum Cuernavaca que fue promovida por la plaza, la compañía y algunos ex políticos morelenses, entre quienes destacaron los hermanos Julio y Roberto Yáñez, quienes a través de su empresa Grupo Yáñez Contrataciones Especializadas, habrían sido el puente para que el 90’s Pop Tour fuera el concierto inaugural del Acoustic Forum, en Cuernavaca, espacio propiedad de la plaza del mismo nombre, construida entre 2015 y 2016 por Grupo Gicsa, bajo el concepto de Malltertainment, es decir, un espacio comercial y de entretenimiento.
El concierto se programó para el 13 de mayo y los boletos se vendían desde hace meses. Sin embargo, en paralelo a la promoción del show inició una campaña negra que advertía sobre los riesgos de reunir a seis mil personas, más mobiliario y equipo artístico en un espacio de estacionamiento. Meses pasaron y fue hasta horas antes de la presentación programada cuando el gobierno del estado, a través de su oficina de Protección Civil, suspendió y luego clausuró el acto obligando a la devolución de las entradas ya vendidas y provocando que un amplio sector de chavorrucos se quedaran sin el espectáculo.
Si Protección Civil del gobierno estatal actuó conforme a las normas, seguramente hizo bien en suspender la actividad para evitar el riesgo para el público. Pero siempre queda la idea de que, siendo los Yáñez enemigos abiertos de Cuauhtémoc Blanco, jefe del funcionario que determinó la cancelación del concierto, algo de político podría haber en el desaguisado, lo que no deja de ser una lástima. ¿No pudieron revisar mucho antes y recomendar que el concierto fuera en otro sitio? Es una de las preguntas que quedan en los nostálgicos para quienes, las autoridades de Morelos otra vez hicieron quedar mal al estado con los visitantes.
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