De los más de mil homicidios dolosos que se han cometido en Morelos desde el 2022, hay alrededor de una decena de víctimas con actividades políticas que, de acuerdo con la Fiscalía General del Estado, podrían haber sido los móviles en cada uno de los crímenes. Una diputada, un alcalde, dos ex alcaldes, además de líderes comunales y ex candidatos integran el listado de víctimas fatales de la violencia política en Morelos, práctica que agrava los crímenes porque afecta no sólo a la persona y su familia, sino a sectores más o menos amplios de la sociedad.
A unos meses de que inicie el proceso electoral 2023-2024, conviene revisar las fallas de la política morelense facilitadoras para la violencia como forma lamentabilísima de transacción de lo público en el estado, de otra forma, podríamos ver una escalada que comprometiera al ejercicio local de los gobiernos y peor, anulara la voluntad ciudadana. Las visiones reduccionistas sirven muy poco para explicar un fenómeno multifactorial, pero pueden apuntar a algunas líneas guía para la revisión.
Para el Comisionado de Seguridad Pública, existe influencia de grupos criminales operantes en el estado en la actividad política desde las campañas hasta la operación de algunos gobiernos municipales; el fenómeno fácilmente podría ser considerado como uno de los orígenes del ambiente político sangriento en el último año. Si bien hay elementos para identificar esta corrupción de la política hacia intereses criminales desde hace por lo menos una década, en los últimos años se ha vuelto mucho más recurrente el tema. No obstante, salvo en casos aislados, las autoridades estatales y federales han omitido actuar en contra de los presuntos responsables, señalados entre los propios políticos. Esas faltas de la autoridad podrían favorecer el crecimiento del fenómeno.
Para Hugo Eric Flores, dirigente del PES y patrocinador político de la postulación de Cuauhtémoc Blanco al gobierno del estado, es justamente el mandatario el primer generador de violencia en el estado al negarse al diálogo y la construcción de acuerdos, además de ejercer una política que busca eliminar totalmente a sus adversarios. Sin personalizar tanto como el dirigente partidista, es notoria la ruptura entre la clase política morelense y no deriva exclusivamente de la personalidad de Blanco. Los últimos dos años de la administración de Graco Ramírez fueron muy difíciles en el terreno político porque el diálogo con muchos actores políticos estaba totalmente roto. Por supuesto que la personalidad del actual mandatario ha contribuido a profundizar las diferencias y polarizar definitivamente a la clase política, una labor en el mejor de los casos involuntaria a la que le ha ayudado, por cierto, el presidente, Andrés Manuel López Obrador. El discurso de ambos es idéntico en los tonos de repudio a quienes no piensan como ellos, y a los que no se someten a su proyecto. Tampoco han ayudado mucho a la conciliación quienes, viéndose excluidos y hasta perseguidos durante la primera parte del gobierno de Blanco, hoy tienen espacios en alcaldías y diputaciones locales desde donde se han convertido en una oposición ya no simbólica, sino activa en la política.
La falta de acuerdos no es nueva entre los morelenses ni se reduce a un pleito entre el gobernador contra el Congreso y algunos alcaldes. Los recientes procesos electorales, en su abundancia de partidos inscritos, son una evidencia clara de las dificultades que los morelenses tienen para construir acuerdos en la política, y de cómo hay un exceso de aspirantes para los relativamente pocos espacios disponibles en la política.
Para el Fiscal, Uriel Carmona, otro problema que ha llevado a la ruptura política en el estado es la falta de arraigo y amor por el estado de muchos que hoy ocupan puestos en la administración pública. El dardo en su comparecencia iba dirigido especialmente al equipo de Cuauhtémoc Blanco, pero no son los únicos que ven la actividad política en el estado como una oportunidad de ganar dinero sin ofrecer resultados. Ese componente también ha contribuido a generar violencia política en el estado.
Otro componente a considerar, sin duda, es el cuestionamiento sobre los órganos electorales y su progresivo debilitamiento, primero por restricciones presupuestales y luego con reformas jurídicas que ponen en peligro la operación eficiente del sistema electoral; además de las dudas sembradas sobre la gestión por grupos que fueron derrotados por sus adversarios. Si no hay elecciones limpias con resultados confiables y autoridades que acepten y legitimen los procesos, la efervescencia política suele desbordarse,
Enumeramos cuatro componentes, por lo menos esos deberían tener preocupados y ocupados a toda la ciudadanía en Morelos.
@martinellito
dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx