Después de años de interrupción por la pandemia y la falta de condiciones políticas y sociales para que el relevo en la representación de los maestros morelenses en Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, por fin esta semana se publicó la convocatoria al primer momento de la sucesión, un congreso seccional en que más o menos 500 delegados reciben y evalúan los informes de las secretarías general y de finanzas de la sección. Parece un mero trámite pero no lo es tanto, el congreso seccional sirve para medir las fuerzas de cada uno de los grupos aspirantes, si capacidad de negociación, si es posible construir planillas por consenso y hasta para tachar a los más rijosos, que siempre hay, de cualquier posibilidad sucesoria.
También tendría que servir, y conste que es una mera opinión, para reflexionar en lo que quiere y lo que necesita el magisterio de su dirigencoa sindical. Está claro, según hemos atestiguado la última década, que los maestros han tenido los dirigentes que han querido. Mediante sus procesos de elección, los trabajadores de la educación en Morelos han elegido por aclamación a quienes años después despidieron entre abucheos. Eran los que quisieron pero muy pronto quedó claro que la compleja relación entre el magisterio y los gobiernos requería algo diferente.
Tal vez por ello la influencia política del SNTE, que duró casi hasta el periodo de Mario Luis Salgado Salgado allá al principio de este siglo, se haya diluido hasta ya casi no significar nada. No siquiera cuando Elba Esther Gordillo tuvo el enorme poder que llegó a ejercer en la educación nacional, el SNTE era verdaderamente relevante. Así que los maestros han sido insultados, no solo en el discurso como acusaban a Enrique Peña Nieto y su gabinete, sino en los hechos. El regreso de la corrupción en la asignación de plazas, la retención injustificada de pagos, la acumulación de adeudos, la incertidumbre salarial y laboral, son parte de la enorme lista de agravios contra los profes de Morelos que han sido tolerados por una suerte de temor político a un gobierno cuyo autoritarismo y complicidad con sindicalistas corruptos ha logrado que muchos grupos políticos al interior del sindicato callen ante las múltiples afrentas de las que el magisterio es objeto a diario.
No es el caso, por cierto, de la dirigencia que ha sido más víctima que constructora de su circunstancia. En cambio, muchos de quienes hoy buscan hacerse de la sección 19 muy pronto han buscado el patrocinio de partidos y grupos políticos en la administración pública, ofreciendo alianzas a futuro en qué los trabajadores de la educación vuelven a la situación de indefensión en que han estado los últimos años.
En esta realidad, más que pensar en nombres, en esta etapa los maestros deberían estar preparados para construir un perfil de dirigencia sindical con que enfrentar la realidad actual y la que viene, que en Morelos es distinta a la nacional aunque influida por ella. El escenario no es bueno para la educación, la caída en la inversión para el sector es evidente en la última década en términos reales; el desinterés del gobierno sobre todo lo que ocurre en el sector ha llegado a niveles peligrosos en tanto afecta la calidad del servicio y al ejercicio docente y administrativo; también al liderazgo social que requerimos de los maestros en las comunidades; a la calidad en la formación docente; al nivel de vida de los trabajadores de la educación, entre muchos otros daños que son palpables hoy y de los que los actores de la educación culpan a personajes equivocados: los padres de familia a los maestros y los maestros al sindicato, cuando el evidente omiso es el gobierno que ha permitido crecer la crisis de la educación en México y particularmente en Morelos.
Si las semanas que vienen sirven al magisterio para pensar más en lo que necesita, es muy probable que el proceso electoral de los docentes en el estado culmine en un liderazgo más comprometido con las causas del magisterio, todas ellas relacionadas con la calidad en el servicio, y ello podría repercutir en mejorar la educación en el estado. Es muy probable, por cierto, que una vez trazado ese perfil de lo requerido por los trabajadores de la educación, la mayoría de quienes hoy aspiran a dirigir al magisterio con todos los vicios del caudillismo, sean reemplazados por una camada diferente de líderes con independencia cuya única fortaleza sea el representar a los trabajadores de la educación de Morelos, que es suficiente empuje. Si no, por lo menos se tendrá una agenda muy puntual para obligar a la rendición de cuentas de los dirigentes sindicales, lo que también sería de enorme utilidad para el sindicato y el magisterio al que se debe y la sociedad a la que está obligado a responder.
@martinellito
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