Según todo indica, Cuernavaca no estará en condiciones de liquidar mañana los seis millones de pesos que la CFE exige para no cortar la energía eléctrica a 60 de los menos de cien pozos de agua que surten a más de once mil tomas en la ciudad. No es cuestión de falta de voluntad sino de escasez de recursos. Esto no necesariamente significa que la paraestatal vaya a proceder con la suspensión del servicio ni que el ayuntamiento esté esperando a ver qué pasa mientras reza a cuanto santo se encuentra para que los usuarios paguen sus recibos (lo que seguro hace la titular del sistema, Evelia Flores), pero el riesgo está y mientras el alcalde José Luis Urióstegui ya busca proteger a los pozos mediante juicios de amparo.
Los argumentos para requerir el amparo son impecables: primero, el que los cortes violan el derecho de los habitantes de Cuernavaca a recibir agua potable, y segundo, que el sistema de agua pagó en el 2022 más de cien millones de pesos a la CFE, mucho más de lo erogado por administraciones anteriores. Pero todo indica que el asunto no es comercial ni financiero, sino eminentemente político. Cuernavaca es gobernada por un alcalde de oposición que además ha sido considerado como la carta más fuerte de la oposición para la gubernatura.
Una encuesta reciente (TResearch) muestra no sólo que José Luis Urióstegui es el segundo político más conocido por la gente de Morelos, sino además registra el mayor índice de opinión positiva y de probabilidad de voto entre los probables electores para el 2024. Falta mucho camino, pero con todo y los infortunios que ha padecido el alcalde en su administración, el alcalde de Cuernavaca luce entre los aspirantes mejor posicionados para la gubernatura en el 2024. ¿Eso puede cambiar si Cuernavaca se queda sin agua? Por supuesto. La opinión pública es volátil, pero la variación no suele ser tan drástica como para eliminar al alcalde de la contienda, a no ser que la sucesión de eventos desafortunados se combinara con una mala gestión de la alcaldía a su cargo.
Por cierto, ya en el terreno de los aspirantes, el gobernador, Cuauhtémoc Blanco ya adelantó que tiene dos aspirantes probables para que su grupo político se haga de la candidatura de Morena en el 2024. Y aunque no quiere decir los nombres, puede el lector apostar con bastante confianza que los nombres de Víctor Mercado y Sandra Anaya serán puestos en la mesa por el mandatario. Así Morena tendría más aspirantes que acuerdos en su fracción parlamentaria, más candidatos que rubros de éxito en la gestión de Cuauhtémoc Blanco. Entre otros que quieren el espacio están, recordemos, Lucía Meza, Margarita González, Juan Ángel Flores, Rafael Reyes, Rabindranath Salazar.
Si PAN, PRI y PRD postulan a Urióstegui en una alianza amplia, y Movimiento Ciudadano opta por Jessica Ortega, según parece; no cualquier candidato de Morena resultaría vencedor. Pero eso no parece relevante en el cálculo del gobernador, la idea es que su grupo se imponga al de su archienemigo, Rabindranath Salazar, aunque en ello cargue con las esperanzas de triunfo para su partido.
Falta mucho para el 2024, dice el gobernador y tiene algo de razón. Pero también deberá reconocer que él mismo estimula el ánimo sucesorio con sus declaraciones que resultan dignas de un análisis aunque sea breve. Cuando Andrés Manuel López Obrador se refirió a sí mismo como el gran “destapador” y a sus aspirantes como corcholatas, lo hizo desde un escenario y con un poder y control sobre su partido del que Cuauhtémoc Blanco carece totalmente. Hasta donde sabemos, el gobernador podrá vetar a algún aspirante, pero no decidir la candidatura a sucederlo, entonces él no destapará a nadie. Pero lo cree.
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