Ahora que hay más calma luego de la visita de Biden y Trudeau a México hace algunos días y que los ánimos en el continente han tomado su curso hacia otros lugares, quiero retomar una de las cosas que, al parecer de quien escribe estas líneas, fueron fundamentales en el desarrollo de la histórica reunión de la Cumbre de Líderes de América del Norte. Me refiero a la propuesta que el presidente López Obrador ha hecho al presidente Biden sobre consolidar a todo el continente americano como región económica a nivel mundial.
Cualquiera pudiera pensar que la propuesta podría haberse centrado en politiquería emanada de una reunión tan importante o de algún invento sin fundamento como los que realiza -muchas veces- el presidente López Obrador en sus mañaneras; sin embargo, justo quiero rescatar este punto porque es, a mi parecer, todo lo contrario: una estrategia premeditada y bien elaborada para seguir posicionando a México como líder regional que, aunque a muchos no les parezca, puede significar un avance importante. Lo explico.
Hace 15 días, en este mismo espacio, mencionaba que México debería de tomar una decisión sobre ser cola de león o cabeza de ratón, sin embargo, en estas líneas pretendo plantear la idea de ser ambas y no tener que decantarse por un lado para ser olvidado por el otro, porque si hacemos un recuento lógico de nuestra posición comercial y económica, siempre será benéfico seguir caminando de la mano de los Estados Unidos y, por ende, de Canadá, aunque en mucho menor medida.
Pero la situación viene en esta idea: México -y el presidente- intentan seducir a los Estados Unidos para que ceda un poco y reconozca a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) como un organismo emanado desde la América Latina y que tiene ganas de cooperar con los Estados Unidos; sin embargo, esto podría atentar contra la Organización de Estados Americanos (OEA) que, para el caso, es lo mismo pues sus propósitos principales son: afianzar la paz y la seguridad del Continente, prevenir las posibles causas de dificultades y asegurar la solución pacífica de las controversias que surjan entre los Estados Miembros, así como organizar la acción solidaria de éstos en caso de agresión: procurar la solución de los problemas políticos, jurídicos y económicos que se susciten entre ellos, y promover, por medio de la acción cooperativa, su desarrollo económico, social y cultural.
Si les comparamos con lo que busca la CELAC que tiene que ver con realizar esfuerzos entre los Estados de América Latina y el Caribe con el fin de avanzar en la unidad y en la integración política, económica, social y cultural; aumentar el bienestar social, la calidad de vida, el crecimiento económico de la región, y promover el desarrollo independiente y sostenible, sobre la base de la democracia, la equidad y la más amplia justicia social, entonces podríamos decir que, con palabras más o palabras menos, es lo mismo; ambas buscan el desarrollo de la región, pero emanadas desde ángulos y visiones diferentes: la CELAC desde la visión latinoamericana y la OEA desde su creación pro estadounidense.
A pesar de ello, sigo con la firme idea que la idea del presidente López Obrador no tiene que ver con destruir una para mantener la otra, sino buscar líneas de acción que permitan que las dos trabajen sin estorbarse, al contrario, complementándose en beneficio de la región, pues no es que se trate de seguir los pasos de la Unión Europea, sino de que el continente americano pueda colaborar como un bloque que sirva de ganar-ganar a todos los involucrados, pero, sobre todo, a los que promueven esta posible integración que, más que nada, tiende a ser política.
Y es que, si México lograra ser la conexión entre los Estados Unidos y el resto del continente, seguro estoy que las posibilidades de fortalecer las relaciones entre los dos hemisferios podrían ser fundamentales para el desarrollo económico, político y social de los más de 1,000 millones de ciudadanos americanos.
Por otro lado, siempre se antoja complejo que Estados Unidos piense en retractarse de la OEA para permitir el ascenso de la CELAC, sin embargo, el hecho de la posible colaboración podría dar beneficios a todos. Por un lado, Estados Unidos contaría con el respaldo de decisiones políticas de todos los países americanos dentro de los organismos internacionales, además de tener la posibilidad de negociar mejores tarifas en los productos que la región ofrece al mundo, no porque no las tenga previamente con los Tratados firmados con muchos países, pero sí que es necesario que la cohesión sea con todos. ¿Se imaginan a los Estados Unidos negociando más y mejor con el litio boliviano o con los recursos de la selva amazónica brasileña?
Por el otro lado, la América de la CELAC podría tener un mejor acceso a un mercado que siempre está ávido de comprar y consumir, amén de la importancia que tiene, políticamente hablando, en el orden internacional. ¿Se imaginan a los inversionistas estadounidense regresando a invertir en América Latina, pero con las condiciones de los gobiernos izquierdistas y no con los neoliberales tradicionales? Estados Unidos también podría ganarle terreno a una China que se ha convertido en una de las naciones más importantes con quien negocia la América Latina, pues se habrá de decir que China ya es más importante que los Estados Unidos en el cono sur, mientras que para Centroamérica y el Caribe, todavía lo sigue siendo Estados Unidos.
Ahora, la idea podría sonar interesante, empero, existen algunos puntos finos, sobretodo, políticos, que deberán de superarse si es que la propuesta del presidente mexicano quiere trascender:
Primero, que Estados Unidos reconozca a los presidentes de Venezuela, Nicaragua y Cuba como democráticos y que les permita el acceso a los foros de la OEA, como sí lo hace la CELAC.
Segundo, que Brasil encuentre el equilibrio político necesario como para entender que no puede romper con Estados Unidos nada más porque ya no está Bolsonaro y que, a su vez, puede mantener relaciones con la CELAC sin que ninguna de ambas posiciones afecte el devenir regional.
Tercero, que el peronismo y el kirchnerismo siga vigente en Argentina para que esta nación, que en este momento ostenta la presidencia de la CELAC, siga trabajando con las ideas de la nueva ola “progresista” que gobierna en las naciones más importantes del continente y no se rompa la cohesión que se ha logrado entre México, Colombia, Chile, Brasil y Argentina, principalmente, es decir, que no regrese la derecha ni el macrismo para que no se vuelvan a pelear los presidentes de la región y entonces ofrezcan un común a los Estados Unidos, que, a su vez, tendrán que ver a la región como un todo y no como entes separados que no aportan gran valor al mercado estadounidense.
Cuarto, los estadounidenses tendrán que pensar que es la hora de sumar a la región latinoamericana luego del desastre económico y político que se vive en Europa a partir de la guerra en Ucrania y sus consecuencias económicas. Además, nuestros vecinos del norte tendrán que considerar que China, literalmente, les está comiendo el mandado.
Entonces, la propuesta que nuestro presidente ha hecho deberá ser complementada y orientada en la cumbre de la CELAC que inicia hoy en Buenos Aires a donde el canciller Ebrard tendría que plantear la posibilidad de una integración general, un sueño de Bolívar donde no debamos pensar en la tradicional integración europea que busca que se abran las fronteras, se eliminen las aduanas y se tenga una sola moneda, sino en una donde la prioridad comercial sea entre los del mismo continente para crecer todos de la mano. Veremos si la hipótesis es real y, luego, si así fuera, que su concreción se alcance, porque si esto pasa, habrá lopezobradorismo para rato, en México y en todo el continente.
FERNANDO ABREGO CAMARILLO es Doctor en Ciencias Administrativas por el IPN. Profesor de telesecundaria en los SEIEM además de investigador y catedrático de tiempo completo en la academia de Bloques Regionales de la Escuela Superior de Comercio y Administración Unidad Santo Tomás en el IPN. Sígalo en @fabrecam