En las perspectivas de largo plazo, cuando un actor político piense que causa la derrota de otro candidato, ello demostrará que el respaldo de su grupo es crucial y le permitirá obtener concesiones políticas. Quizá piense que su posición será más favorable cuando se presente a un cargo en los próximos comicios. En lugar de un juego de coordinación de una sola etapa, se trata de uno de múltiples etapas donde se llevará a cabo una serie indefinida de múltiples opciones, donde las expectativas de viabilidad pueden estar o bien sólidamente establecidas, o bien pueden no estarlo, nos dice la literatura.
Esta hipótesis también presenta una serie de dilemas para el partido en riesgo de perder su registro. Giran en torno a la conveniencia de las alianzas, sobre todo si aunque se consiga el fin primario de conservar el registro, equivale a la futura subordinación casi total a los partidos que lo respaldaron para mantenerse en juego en la arena político-electoral.
En primera instancia, pone en tela de juicio el liderazgo mismo del partido que logra sobrevivir por la ayuda de alguien más, ya sea el régimen, u otras fuerzas partidistas.
En segundo término, limita sus posibilidades de postular a sus propios candidatos, bajo el argumento de aquellos que lo rescataron de que le deben su permanencia en el sistema electoral o que sus candidatos son más fuertes y cuentan con un mayor respaldo, prestigio y/o trayectoria.
Finalmente, si decidiera ir solo a la contienda confiando en sus propios seguidores, también enfrenta un alto grado de incertidumbre al tratar de conservar su registro:
a)La necesidad de postular un muy buen candidato, en el entendido de que pocos querrían ser promovidos por un partido que tiene más posibilidades de perder su registro.
b)La disponibilidad de recursos económicos extraordinarios para hacer frente a la contienda electoral en la que los partidos superiores a él reciben mayores prerrogativas.
c)La indispensable estructuración de una campaña eficaz que si bien no les garantice asientos, les ayude a conservar su registro.
Que un partido en agonía de presencia en la arena electoral decida o no promover o aceptar una alianza estratégica depende de los incentivos para ello.
Se plantea que despertar expectativas favorables sobre la viabilidad es fundamental en las etiquetas de partido. Una de sus propiedades es transferir un cierto número de votos habituales al total de un candidato. Es justo esto lo que haría el régimen o algún partido político; llevarle votos para garantizar su permanencia en la arena política, pero a cambio el partido en agonía tendría que comprometer sumisión ideológica y de suma de votos y respaldo a sus políticas y proyectos para que a otros les resulte favorable la alianza estratégica y, una de las más severas dificultades para el lopezobradorismo consiste en trascender el modelo de liderazgo carismático y, construir por tanto una coalición estable. En la sucesión presidencial en marcha, (a reserva de valorar los rendimientos del oficialismo en El Estado de México y Coahuila en 2023) su problema de viabilidad como coalición lo tienen en casa por los golpes intestinos entre los tres aspirantes del presidente a sucederlo que, además tiene como adversario a la realidad que, le despinta a dos de sus cuadros, como lo advierte la tragedia de 40 migrantes muertos en Ciudad Juárez. No es menos relevante el caso de las decisiones que sus aliados del partido del Trabajo y del Verde asuman para construir la coalición victoriosa que pretenden en 2024 y, Coahuila es sólo un ensayo del desmembramiento que sugiere un liderazgo ejercido sin el respaldo coordinado y amplio de una solida estructura electoral y a cambio, sólo ofrece el sustento que definió muy bien Panevianco y que termina de cuajar en el presidente: un modelo de partido carismático que descansa en él y no en la fuerza de su partido movimiento o coalición y menos aún en su plataforma electoral. Allí estamos parados.
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