El ayuntamiento de Cuernavaca tapa actualmente 70 baches diarios en la ciudad. La cantidad suena importante si uno está sentado en su oficina o su casa y considera que su vecindario es el mundo. Deja de serlo si consideramos que Cuernavaca tendrá, en cuanto lo autorice el cabildo, 244 colonias reconocidas, y que en la ciudad hay más de 10 mil calles, cada una de ellas con por lo menos una treintena de hoyos en el pavimento provocados por causas de lo más diversas.
Por eso la campaña de bacheo de este año será mucho mejor planeada y agresiva, de forma que a partir de febrero se puedan cubrir entre 120 y 240 metros diarios de baches, lo que según la extensión de cada hoyanco podría traducirse entre 100 y 400 baches al día, una cifra más cercana a la necesidad de la ciudad. Además, habrá un trabajo de reencarpetamiento de vialidades que no serán atendidas en el programa de bacheo que durará cuatro meses a partir de febrero. Todo el esfuerzo reportaría, en el mejor de los casos, un total de 48 mil baches cubiertos durante los 120 días que durarán los trabajos (antes de la temporada de lluvias que impide o vuelve inútiles los mismos). Es decir, para los alrededor de 300 mil baches que podríamos calcular en las calles de Cuernavaca, se intervendrían en el 2023 apenas el 16 por ciento. Una cantidad que a muchos puede parecer insignificante.
Aún con los trabajos de reencarpetamiento prometidos por el ayuntamiento, la reducción de baches en Cuernavaca, una ciudad que tiene larga tradición de hoyos en el pavimento, será mucho menor a la que la ciudad requiere. No se trata de falta de ambición, por cierto, sino de escasez presupuestal y de personal. Aún con el incremento presupuestal que el Ayuntamiento ha logrado a partir de aumentar la recaudación de recursos propios, el problema es enorme para las capacidades actuales del ayuntamiento y las que pudiera tener en el futuro cercano. Problema aparte es la calidad con la que algunos contratistas o el propio personal del municipio ejecutan las obras, que en ocasiones requieren hasta tres intervenciones para reconocerse como parcialmente aceptables. El alcalde José Luis Urióstegui debería reconocer que el problema del bacheo rebasa la capacidad del ayuntamiento, y aparentemente lo hace, en tanto los trabajos priorizan las arterias con mayor circulación vehicular y las más relevantes para un tránsito más ágil.
Otro reto es que la crisis de Cuernavaca pega también en la prestación de otros servicios públicos que resultan más relevantes a la población que los baches, como la seguridad, el alumbrado, el agua potable. Así que contar con un presupuesto aunque sea mínimo para dar mantenimiento a las calles, en medio de la cercana quiebra del sistema de agua, por ejemplo, es de reconocerse.
La crisis de Cuernavaca debería permitirnos pensar en nuevos esquemas para tratar uno de los problemas que ha sobrevivido a todas las administraciones municipales por lo menos en los últimos 50 años. La colaboración ciudadana y el patrocinio de empresas para tapar hoyos en las calles podrían ofrecer un esquema no tan novedoso, pero actualmente en desuso, para mejorar las calles, igual que se ha hecho en la ciudad con espacios públicos que son auspiciados por empresas y particulares.
Probablemente al principio no signifique mucho, pero la preocupación de miles de colonos de Cuernavaca por el estado de las calles de su vecindario, en las que se ubican sus casas, sus negocios, sus empleos, podría contribuir a avanzar en la pavimentación de cientos de calles que difìcilmente serían consideradas en un programa de bacheo limitado como el que puede emprender el municipio actualmente.
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