Algunos de los empresarios más conservadores que gozaron de privilegios en la época del régimen neoliberal –Claudio X. González, Gustavo de Hoyos y otros—lanzaron en marzo de 2020 la convocatoria para unificar a la oposición de derecha y potenciar sus esfuerzos con el fin de frenar la acción política de AMLO.
El objetivo inmediato era arrebatarle a la izquierda, al menos, el control del Congreso federal para revertir los procesos de cambio institucional del nuevo régimen. Con ese fin, reunieron a las cúpulas del PRI, PAN y PRD en un nuevo organismo, tratando de evitar una nueva derrota legislativa en el 2021. Fue una convocatoria puramente electorera, pragmática, sin más objetivo que detener el proceso de cambio en el país.
Ya conocemos los resultados de ese año: la izquierda conservó la mayoría dentro de la Cámara de Diputados, aunque a partir de 2021 le resultó prácticamente imposible construir una mayoría calificada. Fue el mayor éxito de la Coalición empresarial, junto con haber arrebatado a la izquierda el control de 9 alcaldías de la Ciudad de México.
Por cuanto a las bases y principios políticos de la mencionada coalición, en realidad han resultado muy frágiles de acuerdo a los últimos resultados. El PRI –el partido más antiguo de la triple alianza—se rebeló contra los acuerdos de la “moratoria” legislativa y lanzó una iniciativa para extender la participación de las fuerzas militares en funciones de seguridad pública, lo cual produjo un terremoto político que terminó por romper el frágil equilibrio entre los partidos de esa Coalición.
Los panistas y perredistas acusan al PRI –y en especial a su dirigente “Alito” Moreno—de traicionar los acuerdos legislativos y de faltar a su palabra. Marko Cortés, dirigente del PAN, ha llegado al extremo de exigir al gobierno que meta en prisión a “Alito” por los delitos difundidos en los audios de Layda Sansores; sin importarle que, meses antes, el propio líder albiazul había descalificado tales audios.
La postura actual del PAN y PRD contra “Alito” revela la enorme fragilidad de su argumentación. Vale preguntar si ninguno de esos líderes imaginó que un personaje como “Alito” Moreno pudiera, algún día, tomar decisiones contrarias a los intereses de los partidos coaligados. Se vieron muy ingenuos.
Porque la verdad es que “Alito” siempre ha sido un político vividor formado en los establos del PRI salinista, dispuesto a la transa, al cochupo, a chantajear a la prensa, a los empresarios y a quien se deje con el fin de conseguir sus fines personales. No tiene principios políticos, y eso lo sabían tanto azules como amarillos.
“Alito” Moreno es un personaje de la nueva picaresca mexicana. Tiene un estilo vulgar y pintoresco. Es un político locuaz con capacidad de realizar las acciones más perversas –incluyendo palizas a reporteros o chantajes a empresarios—para acumular riqueza y poder personal. Y cuando ha estado bajo acoso, como ahora, simplemente cambia de bando para poner a salvo sus bienes y su carrera.
Veamos: “Alito” ha construido una mayoría sólida en el Consejo Político de su partido, mayoría que lo mantiene a flote, lo sostiene en el puesto de mando de la estructura orgánica del PRI y de la fracción tricolor en la Cámara de Diputados. Su objetivo personal es que, cuando llegue el vencimiento de su mandato partidario –en agosto de 2023—pueda extenderlo con el fin de ser él quien elabore las listas de candidatos y designe a sus partidarios en los puestos de elección en 2023, con el fin de prolongar su propio poder político y quedar a salvo de persecuciones legales. Una estrategia perversa, pero a él le ha funcionado.
Por lo mismo, era perfectamente previsible su cambio de bando. Basta poner atención a sus antecedentes políticos. Para el PAN, este episodio significa una amarga enseñanza. Después de consumada la votación senatorial de la iniciativa que autoriza a las fuerzas armadas a permanecer en la calle hasta el año 2029, los panistas exclaman que el presidente del tricolor “perdió su confianza” y no volverán a tatar con él. “Chucho” Zambrano se atrevió a pedir que el CEN del PRI lo expulsara. El rompimiento es completo.
En cuanto a los empresarios que aglutinaron y asesoran actualmente a la Coalición de derecha, este episodio muestra su total inexperiencia política. Se quedaron sin nada. Porque sin el PRI, la coalición de derecha no sirve a nadie, ni a ellos. Si acaso, sirve a “Los Chuchos” logreros y oportunistas, ávidos de formarse a la cola del partido que los soporte.
El PRI siempre ha sido un partido de estado. Fue fundado por el gobierno en 1929, y su función principal ha sido servir como oficina de gobierno para ganar elecciones. Nunca ha vivido fuera del presupuesto oficial. Es el partido “de la línea y de la lana”. Cuando fue derrotado a principios de este siglo, pudo conservar su vigor político porque aún tenía el control de la mayoría de los gobiernos estatales.
El tricolor siempre gobernó el Edomex, Hidalgo, Oaxaca y Coahuila sin alternancia. Nunca permitió –por las buenas ni por las malas—que nadie le arrebatara el control de esas plazas, fuente inagotable de recursos económicos para pagar campañas electorales y sostener su estructura orgánica.
Recordemos que fueron las fuerzas conjuntas del viejo PRI, aún dominantes en los estados mencionados, las que hicieron posible la victoria de Enrique Peña Nieto y les permitieron regresar a los puestos del gobierno. La semilla del PRI corrupto y autoritario pudo sobrevivir hasta 2012, germinar y obtener el regreso a Los Pinos.
Para el PRI, su alianza con el PAN resultaba una pesada carga en su esfuerzo por conservar sus últimos reductos. El partido albiazul se permitió hace tiempo lanzar un candidato propio –Enrique Vargas del Villar—a sabiendas de que ese estado es vital para la supervivencia de su aliado, el partido tricolor.
El PRI no quiere ningún competidor interno para elegir sus candidatos en las elecciones del 2023. Le resulta muy cómodo cambiar de interlocutor. Prefiere negociar con el actual partido del gobierno –Morena— que con el blanquiazul, un partido díscolo que le estaba peleando candidaturas y le solicitaba intercambios (Edomex por Coahuila) estados donde siempre ha gobernado y tiene más votos que los panistas. Simplemente puso punto final.